Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART
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—¡Qué guay! —exclamó Silas. Bajo la espléndida luz matutina, se le<br />
apreciaba la piel mucho más pálida que la de los demás, pues no estaba<br />
acostumbrado al sol. Se tapó los oídos con los dedos.<br />
Benny me sonrió, dejando al descubierto la incompleta dentadura.<br />
—¡Qué camión tan grande! —se admiró.<br />
Pero yo sentí un miedo creciente al ver una borrosa figura en el<br />
asiento delantero. Aquel enorme vehículo, de laterales salpicados de fango y<br />
un hundido parachoques frontal, no se parecía a los todoterrenos del<br />
colegio. Los únicos automóviles que había visto pertenecían al gobierno. El<br />
rey racionaba el combustible, y era casi imposible obtenerlo sin su<br />
consentimiento.<br />
Algunos chicos mayores que habían ido a cazar regresaron al<br />
percatarse del alboroto, y se acercaron montados a caballo. Leif estaba entre<br />
ellos, con aire sereno. Me sentí aliviada cuando Michael, Aaron y Kevin se<br />
apearon de las monturas y rodearon el camión, apuntando a la cabina con<br />
las lanzas.<br />
Por fin, desde el interior del vehículo, alguien desconectó el motor,<br />
aunque en mis oídos continuó resonando un incómodo zumbido.<br />
—¡Bajad las armas! —ordenó Leif, y los chicos le obedecieron.<br />
La puerta lateral del camión se abrió y una gigantesca bota de puntera<br />
metálica pisó el suelo de gravilla. Retrocedí al ver al hombre: medía más de<br />
un metro ochenta, y los cabellos engominados le caían sobre los hombros;<br />
llevaba una vieja cazadora de cuero negro, y el sudor descendía desde su<br />
frente hasta el pañuelo que le ceñía el cuello. Me miró a los ojos y sonrió con<br />
un gesto que me sumió en el pánico: sus dientes eran raíces partidas y<br />
amarillentas.<br />
Abrazándose a mis piernas, Silas preguntó:<br />
—¿Quién es?<br />
Pero el hombre ya se dirigía hacia mí, frunciendo los mugrientos<br />
labios. Los mayores permanecieron al borde del claro, observándolo, sin<br />
saber qué hacer. No se detuvo hasta que llegó a mi altura, tapándome con su<br />
enorme sombra.<br />
—Hola, preciosidad —me susurró al oído.<br />
Retrocedí, pero me sujetó por el brazo y me atrajo hacia él. Tenía la<br />
ropa empapada de fango y sudor rancio. Su olor me revolvió el estómago.<br />
Michael y Kevin se acercaron, y este último, apuntando la lanza<br />
contra la garganta del hombre, le gritó:<br />
—¡Apártate de ella!<br />
Pero el individuo le arrebató el palo de madera, apretó el puño y,