Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART
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consideraba «de mala educación», y tales expresiones las conocíamos porque<br />
aparecían en los libros.<br />
—¡Cállate! —gritó de nuevo la voz desde algún lugar situado encima<br />
de mí.<br />
Miré hacia el cielo: había un gran loro rojo en el tejado de la casucha,<br />
observándome con la cabeza ladeada.<br />
—¡Ring, ring! ¡Ring, ring! ¿Quién es? —Picoteó algo en el tejado.<br />
Había visto un loro en un cuento infantil, acerca de un pirata que<br />
robaba tesoros. Pip y yo lo habíamos leído en el archivo, pasando los dedos<br />
sobre las descoloridas ilustraciones.<br />
Pip… A kilómetros de distancia acabaría de descubrir mi cama vacía,<br />
con las sábanas arrugadas y frías. La graduación se cambiaría sobre la<br />
marcha. Seguramente, Ruby y Pip pensarían que me habían secuestrado y<br />
ni se les ocurriría que hubiera sido capaz de marcharme por voluntad<br />
propia. Tal vez Amelia —la ambiciosa segunda de la clase—, designada para<br />
pronunciar el discurso de apertura en la graduación, pronunciaría también<br />
el mío y guiaría a las demás por el puente. ¿Cuándo comprenderían la<br />
verdad? ¿Tal vez cuando pisasen la desnuda orilla del otro lado? ¿O cuando<br />
se abriesen las puertas de par en par y se encontrasen ante la sala de<br />
cemento?<br />
Me acerqué al pájaro, pero retrocedió.<br />
—¿Cómo te llamas? —pregunté, asustada al oír mi propia voz.<br />
El pájaro me miró con sus negros ojos, parecidos a dos brillantes<br />
gotitas de agua.<br />
—¡Peter! ¿Dónde estás, Peter? —dijo dando saltitos sobre el tejado.<br />
—¿Peter era tu dueño? —inquirí. El loro se arregló las plumas con una<br />
garra—. ¿De dónde eres? —Supuse que Peter había muerto hacía mucho<br />
tiempo durante la epidemia, o había abandonado al pájaro en el caos<br />
posterior. Sin embargo, el loro había sobrevivido una década. Aquel detalle<br />
me llenó de esperanza.<br />
Quería preguntarle más cosas, pero el ave alzó el vuelo y se convirtió<br />
en una manchita roja bajo el cielo azul; yo seguí con la vista su rumbo hasta<br />
que desapareció en la lejanía. Reparé entonces en las siluetas que bajaban<br />
por la ladera del bosque dirigiéndose hacia la carretera. Aunque estaban a<br />
algo más de sesenta metros, distinguí las escopetas que llevaban al hombro.<br />
De momento no supe cómo reaccionar ante aquellos seres extraños y<br />
ajenos. Eran mucho más altos y gruesos que las mujeres, e incluso su modo<br />
de andar era distinto, más torpe, como si les costase trabajo caminar. Todos<br />
llevaban pantalones y botas, y algunos de ellos iban sin camisa, exhibiendo<br />
el moreno y curtido torso.