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Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART

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Sin duda estaría pensando en la torpe elección que había hecho semanas<br />

atrás en la casita en que se había refugiado, y debía de lamentar haber<br />

aceptado mi compañía.<br />

—Lo siento —dije con voz entrecortada—. Lo siento en el alma, Arden.<br />

Seguro que te arrepientes de haberme aceptado a tu lado.<br />

—No, no. —Intentó agarrarse a los barrotes, y observé que, después<br />

de haber pasado tanto rato al sol, su pálida piel había adquirido un tono<br />

rosado—. En absoluto, <strong>Eve</strong>. —Y me miró llorosa.<br />

En ese momento la chica que se había quedado en un rincón de la<br />

jaula se desplazó de lugar, se sentó y se frotó la cara. Estaba demasiado<br />

histérica para hablar con nosotras cuando el camión arrancó, así que había<br />

optado por quedarse quieta sobre la ardiente plancha metálica y se había<br />

dormido, parpadeando continuamente debido a las pesadillas.<br />

—¿Quiénes sois? —preguntó haciendo un gesto de dolor al rozarse<br />

contra los barrotes.<br />

—Me llamo <strong>Eve</strong>, y ella es Arden —dije señalándola. En la cabina del<br />

camión Fletcher puso música y se dedicó a tararear una canción machacona<br />

y horrible: «Me encanta el rock-and-roll, roll, roll, roll; echa otra moneda en<br />

el tocata, nena».<br />

La chica extendió la delicada mano para saludarnos.<br />

—Soy Lark.<br />

—¿De qué colegio eres? —pregunté fijándome en su jersey, que era del<br />

mismo tipo que el nuestro, pero de color azul en vez de gris.<br />

—Del oeste, creo. —Se restregó con las manos los espesos cabellos<br />

negros. Aparentaba unos trece años, de piel muy morena, agrietada y en<br />

carne viva en los codos y las rodillas; tenía los brazos tan delgados que los<br />

huesos de los hombros le sobresalían formando dos protuberancias bien<br />

definidas—. Las profesoras lo llamaban el «treinta y ocho grados, treinta y<br />

cinco minutos norte y ciento veintiún grados, treinta minutos oeste».<br />

Sabía que aquellos números significaban algo. Nuestras profesoras<br />

también los utilizaban para referirse al colegio, pero nunca imaginé qué<br />

podría ser. Nosotros éramos el 39°30’norte y 119°49’oeste.<br />

—Y te escapaste —apuntó Arden.<br />

—Tenía que salir de allí. —Y la chica se retiró de nuevo al rincón de la<br />

jaula, sin mirarnos.<br />

Le eché un vistazo a Arden, aliviada al comprobar que no éramos las<br />

únicas que sabían la verdad sobre los colegios. Me fijé en las piernas de<br />

Lark, enrojecidas y con arañazos, igual que las mías los primeros días que<br />

pasé a la intemperie. Tenía, además, los brazos acribillados por las<br />

picaduras de los mosquitos, y un agujero en una de sus zapatillas de lona le

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