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Eve (Junior - Juvenil (roca)) (Spanish Edition) - deviantART

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llover, y los soldados no regresarán hasta que se haga de día. Tal vez<br />

mañana aparezca Arden.<br />

—No aparecerá —murmuré. Ya me había costado mucho que me<br />

aceptase, y ahora que sabía que me buscaban, seguramente huiría hacia el<br />

bosque, alejándose de mí todo lo que pudiese.<br />

Sacamos las finas mantas de emergencia de la caja y las extendimos<br />

en extremos opuestos de la húmeda cabina.<br />

—Solo faltan unas horas para que amanezca —dijo Caleb—. No tengas<br />

miedo.<br />

—No lo tengo —aseguré.<br />

La luz de la linterna se atenuó y, finalmente, se apagó.<br />

—Estupendo —añadió Caleb. Pero cuando se durmió, pensé en la<br />

Ciudad de Arena y en el hombre que me esperaba allí. El rey siempre había<br />

sido una figura reconfortante para nosotras, un símbolo de fortaleza y<br />

protección. Pero, de pronto, su retrato del colegio, en el que destacaban sus<br />

fláccidas mejillas y los relucientes ojos que parecían perseguirme, se me<br />

antojaba amenazante. ¿Por qué me había elegido para procrear si me llevaba<br />

más de treinta años? ¿Por qué yo entre todas las chicas del colegio? Las<br />

profesoras decían que el rey era la excepción, el único hombre en el que se<br />

podía confiar. Otra mentira más.<br />

Sabía que seguiría buscándome. Él no cedería, pues lo empujaba su<br />

insobornable compromiso con la Nueva América. La directora Burns<br />

cruzaba las manos sobre el pecho cuando nos explicaba la labor del<br />

monarca, que había salvado al pueblo de la incertidumbre después de la<br />

epidemia. El rey afirmaba que no había tiempo para discutir, que teníamos<br />

que continuar sin mirar atrás, sin parar, siempre adelante. «Es una<br />

oportunidad —repetía la directora, con los ojos anegados en patrióticas<br />

lágrimas—. Solo tenemos una oportunidad de reconstrucción.»<br />

Mi ropa estaba mojada. Exprimí el dobladillo de la blusa y los<br />

pantalones lenta y cuidadosamente, y el agua goteó en el suelo. Cuando era<br />

pequeña, Ruby me persiguió una vez por los pasillos, haciéndose pasar por<br />

un monstruo de afiladas garras y terribles colmillos. Empeñada en huir a<br />

toda costa, serpenteé entre cubos de basura, y abrí y cerré puertas sin cesar<br />

de gritar. Le rogué que lo dejase, chillando aterrorizada, pero a Ruby le hacía<br />

muchísima gracia. Cuando me alcanzó, me quedé sin respiración. El juego<br />

había sido demasiado real. Jamás olvidé el terror que sentí al ser capturada.<br />

Me arrebujé en la fina manta y cerré los ojos, añorando la comodidad<br />

de mi antigua cama, cuyas blanquísimas sábanas me invitaban a dormir.<br />

Eché de menos el olor familiar de la carne de venado a la hora de la cena, o<br />

los antepechos de las ventanas de la biblioteca, donde Pip, Ruby y yo nos<br />

sentábamos a escuchar la cinta prohibida de Madonna oculta tras el<br />

volumen Arte americano: una historia cultural; y sentí el contacto del viejo

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