Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)
Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)
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odio activo exhiben todavía hoy <strong>lo</strong>s más claros indicios de<br />
que en <strong>su</strong> origen estuvieron destinados a regir dentro de<br />
una pequeña comunidad tribal. Tan pronto como todos nosotros<br />
tenemos derecho a sentirnos ciudadanos de un pueb<strong>lo</strong>,<br />
nos permitimos prescindir de la mayoría de esas limitaciones<br />
frente a un pueb<strong>lo</strong> extraño. Empero, dentro de nuestro<br />
propio círcu<strong>lo</strong> hemos hecho progresos en el gobierno sobre<br />
las mociones hostiles; como <strong>lo</strong> expresa drásticamente Lichtenberg:<br />
aquel<strong>lo</strong> por <strong>lo</strong> que hoy decimos «Disculpe usted»,<br />
antes nos valía una bofetada. La hostilidad activa y violenta,<br />
prohibida por la ley, ha sido relevada por la invectiva<br />
de palabra, y a medida que crece nuestro saber sobre el encadenamiento<br />
de las mociones humanas vamos perdiendo,<br />
por <strong>su</strong> <strong>con</strong>siguiente «Tout comprendre c'est tout pardonner»<br />
{«Comprender<strong>lo</strong> todo es perdonar<strong>lo</strong> todo»}, la capacidad de<br />
encolerizarnos <strong>con</strong> el prójimo que nos estorba el camino.<br />
Cuando niños, estamos aún dotados de potentes disposiciones<br />
hostiles; luego, la elevada cultura personal nos enseña<br />
que es indigno valerse de in<strong>su</strong>ltos, y aun donde la lucha en<br />
sí <strong>con</strong>tinúa permitiéndose ha crecido enormemente el número<br />
de las cosas cuyo empleo como recursos de combate<br />
no se autoriza. Desde que debimos renunciar a expresar la<br />
hostilidad de hecho —estorbados en el<strong>lo</strong> por el tercero desapasionado,<br />
cuyo interés reside en la <strong>con</strong>servación de la seguridad<br />
personal— hemos desarrollado, igual que en el caso<br />
de la agresión sexual, una nueva técnica de denostar, <strong>con</strong> la<br />
que intentamos granjearnos el favor de ese tercero <strong>con</strong>tra<br />
nuestro enemigo. Nos procuramos a través de un rodeo el<br />
goce de vencer<strong>lo</strong> empequeñeciéndo<strong>lo</strong>, denigrándo<strong>lo</strong>, despreciándo<strong>lo</strong>,<br />
volviéndo<strong>lo</strong> cómico; y el tercero, que no ha hecho<br />
ningún gasto, atestigua ese goce mediante <strong>su</strong> risa.<br />
Ahora estamos preparados para entender el papel del<br />
<strong>chiste</strong> en la agresión hostil. <strong>El</strong> <strong>chiste</strong> nos permitirá aprovechar<br />
costados risibles de nuestro enemigo, costados que a<br />
causa de <strong>lo</strong>s obstácu<strong>lo</strong>s que se interponen no podríamos exponer<br />
de manera expresa o <strong>con</strong>ciente; por tanto, también<br />
aquí sorteará limitaciones y abrirá fuentes de placer que se<br />
han vuelto inasequibles. Además, sobornará al oyente, <strong>con</strong><br />
<strong>su</strong> ganancia de placer, a tomar partido por nosotros sin riguroso<br />
examen, como nosotros mismos, en otras ocasiones,<br />
sobornados por el <strong>chiste</strong> inocente, solemos sobrestimar la<br />
<strong>su</strong>stancia de la oración expresada como <strong>chiste</strong>. Como <strong>lo</strong> manifiesta<br />
nuestra lengua <strong>con</strong> entero acierto: «Die Lacher auf<br />
seine Seite ziehen» («Poner de nuestra parte a <strong>lo</strong>s que<br />
ríen» = «burlarse de la gente»}.<br />
Considérense, por ejemp<strong>lo</strong>, <strong>lo</strong>s <strong>chiste</strong>s del señor N. que<br />
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