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Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)

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De Heine se cuenta que cierta velada se en<strong>con</strong>tró en un<br />

salón de París <strong>con</strong> el poeta Soulié;'''' platicaban cuando entró<br />

a la sala uno de aquel<strong>lo</strong>s reyes parisinos de las finanzas a<br />

quienes se compara <strong>con</strong> Midas, y no meramente por el dinero.<br />

Pronto se <strong>lo</strong> vio rodeado por una multitud que <strong>lo</strong><br />

colmaba de zalamerías. «Vea usted —dijo Soulié a Heine—<br />

cómo el sig<strong>lo</strong> xix adora al becerro de oro». Con <strong>su</strong> mirada<br />

puesta en el objeto de esa veneración, Heine respondió,<br />

como rectificándo<strong>lo</strong>: «¡Oh! Este ya no debe de ser tan joven».<br />

(Fischer, 1889, págs. 82-3.)<br />

Ahora bien, ¿dónde reside la técnica de este notable<br />

<strong>chiste</strong>? En un juego de palabras, opina Fischer: «Así, las<br />

palabras "becerro de oro" pueden referirse a Mammon y<br />

también a la idolatría; en el primer caso el a<strong>su</strong>nto principal<br />

es el dinero, y en el segundo, la imagen animal. Por eso<br />

puede servir para designar, y de manera no precisamente<br />

lisonjera, a alguien que tiene mucho dinero y muy poco<br />

entendimiento». (Loe. cit.) Si intentamos <strong>su</strong>stituir la expresión<br />

«becerro de oro», eliminamos sin duda alguna el<br />

<strong>chiste</strong>. Hacemos, pues, decir a Soulié; «Vea usted cómo la<br />

gente adula a ese tipo idiota meramente porque es rico»,<br />

<strong>lo</strong> cual ya no es más chistoso. Y entonces es imposible que<br />

la respuesta de Heine <strong>lo</strong> sea.<br />

Pero reparemos en que no está en juego la comparación<br />

de Soulié, más o menos chistosa, sino la respuesta de Heine,<br />

mucho más chistosa por cierto. Entonces no tenemos<br />

derecho alguno a tocar la frase del becerro de oro; esta debe<br />

permanecer como premisa de las palabras de Heine, y la<br />

reducción só<strong>lo</strong> tiene permitido recaer sobre estas últimas. Si<br />

cxplicitamos las palabras «¡Oh! Este ya no debe de ser tan<br />

joven», só<strong>lo</strong> podremos <strong>su</strong>stituirlas por mía frase de este<br />

tipo: «¡Oh! Este ya no es un becerro; es un buey viejo». Lo<br />

que nos resta del <strong>chiste</strong> de Heine, pues, es que no toma<br />

metafóricamente el «becerro de oro», sino personalmente;<br />

<strong>lo</strong> habría referido al potentado mismo. ¡Si es que este doble<br />

sentido no estaba ya <strong>con</strong>tenido en la mención de Soulié!<br />

Ahora bien, ¿qué ocurre aquí? Creemos notar que esta<br />

reducción no aniquila por completo el <strong>chiste</strong> de Heine, más<br />

bien deja intacto <strong>lo</strong> esencial de él. Tenemos que Soulié dice:<br />

«Vea usted cómo el sig<strong>lo</strong> xix adora al becerro de oro», y<br />

Heine responde; «¡Oh! Este ya no es un becerro; es un<br />

buey». En esta versión reducida sigue siendo un <strong>chiste</strong>.<br />

Y no es posible otra reducción de las palabras de Heine.<br />

Lástima que este bel<strong>lo</strong> ejemp<strong>lo</strong> <strong>con</strong>tenga <strong>con</strong>diciones téc-<br />

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^* [Ftédétic Soulié (1800-1547), dramaturgo y novelista francés.]

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