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Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)

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momento hasta un punto de vista que, por <strong>lo</strong> demás, enseguida<br />

abandona; procura derivar <strong>lo</strong> cómico del eco de las<br />

alegrías infantiles. «Peut-étre méme devrions-twus pousser<br />

la simplification plus <strong>lo</strong>in encore, remonter a nos souvenirs<br />

les plus anciens, chercher dans les jeux qui amuserent Venfant<br />

la premiere ébauche des combinaisons qui font rire<br />

l'homme. (. . .} Trop souvení <strong>su</strong>rtout nous mé<strong>con</strong>naissons<br />

ce qu'il y a d'encore enfantin, pour ainsi dire, dans la plupart<br />

de nos ¿motions joyeuses»* (Bergson, 1900, págs. 68<br />

y sigs.). Como nosotros hemos rastreado el <strong>chiste</strong> hasta un<br />

juego infantil <strong>con</strong> palabras y pensamientos, proscrito por la<br />

crítica racional [págs. 123 y sigs.], nos seducirá pesquisar<br />

también esta raíz infantil de <strong>lo</strong> cómico, <strong>con</strong>jeturada por<br />

Bergson.<br />

Y en efecto tropezamos <strong>con</strong> toda una serie de nexos que<br />

nos parecen muy prometedores cuando indagamos la <strong>relación</strong><br />

de la comicidad <strong>con</strong> el niño. <strong>El</strong> niño mismo en modo<br />

alguno nos parece cómico, aunque <strong>su</strong> ser reúne todas las<br />

<strong>con</strong>diciones que en la comparación <strong>con</strong> nosotros mismos<br />

arrojarían una diferencia cómica {véase pág. 186 «."}; el<br />

desmedido gasto de movimiento y el mínimo gasto intelectual,<br />

el gobierno de las operaciones anímicas por las funciones<br />

corporales, y otros rasgos. <strong>El</strong> niño só<strong>lo</strong> nos produce un<br />

efecto cómico cuando no se comporta como tal, sino como<br />

un adulto serio; vale decir, de la misma manera que otras<br />

personas que se disfrazan. Pero mientras él retiene <strong>su</strong> naturaleza<br />

de niño, <strong>su</strong> percepción nos depara un placer puro,<br />

cjuizá de eco cómico. Lo llamamos ingenuo cuando nos exhibe<br />

<strong>su</strong> falta de inhibiciones, y cómico-ingenuas nos parecen<br />

aciuellas exteriorizaciones <strong>su</strong>yas que en otro habríamos juzgado<br />

obscenas o chistosas.<br />

Por otra parte, al niño le falta el sentimiento de la comicidad.<br />

Esta tesis parece decir simplemente que el sentimiento<br />

cómico se instala en algún momento dentro del curso del<br />

desarrol<strong>lo</strong> anímico, como tantas otras cosas; y el<strong>lo</strong> en modo<br />

alguno sería asombroso, tanto más cuanto que, según debe<br />

admitírse<strong>lo</strong>, ya se recorta <strong>con</strong> nitidez en años que es preciso<br />

incluir en la infancia. Sin embargo, puede demostrarse que<br />

la aseveración según la cual al niño le falta el sentimiento<br />

de <strong>lo</strong> cómico <strong>con</strong>tiene algo más que una trivialidad. En pri-<br />

'•' {«Tal vez deberíamos incluso llevar aún más lejos !a simplificación,<br />

remontarnos a nuestros recuerdos más antiguos, buscar en <strong>lo</strong>s<br />

juegos que entretenían al niño el primer esbozo de las combinaciones<br />

que hacen reír al hombre. (...) Harto a menudo, sobre todo, des<strong>con</strong>ocemos<br />

<strong>lo</strong> que todavía hay de infantil, por decir<strong>lo</strong> así, en la mayoría<br />

de nuestras emociones gozosas».}<br />

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