Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)
Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)
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Recordemos, además, la puntualización hecha a raíz de<br />
la indagación de la técnica del <strong>chiste</strong>, a saber, que un <strong>con</strong><br />
trasentido en el <strong>chiste</strong> a menudo <strong>su</strong>stituye a una burla y<br />
una crítica <strong>con</strong>tenida en <strong>lo</strong>s pensamientos que hay tras él<br />
[pág. 56], en <strong>lo</strong> cual, por otra parte, el trabajo del <strong>chiste</strong><br />
obra igual que el del <strong>su</strong>eño; aquí hallamos de nuevo corroborada<br />
esa <strong>relación</strong> de las cosas. Que burla y crítica no<br />
se refieren a la persona del casamentero, que en <strong>lo</strong>s anteriores<br />
ejemp<strong>lo</strong>s só<strong>lo</strong> aparece como cl chivo emisario del<br />
<strong>chiste</strong>, <strong>lo</strong> probará otra serie en que aquel es caracterizado,<br />
bien al <strong>con</strong>trario, como una persona <strong>su</strong>perior cuya dialéctica<br />
muestra estar a la altura de cualquier dificultad. Son<br />
historias de fachada lógica en vez de cómica, <strong>chiste</strong>s sofistas<br />
en el pensamiento. En una de ellas (cf. pág. 60), el casamentero<br />
sabe refutar la cojera de la novia, que se le aduce<br />
como defecto de ella. Ese es al menos «a<strong>su</strong>nto terminado»:<br />
otra mujer <strong>con</strong> miembros derechos estaría de <strong>con</strong>tinuo expuesta<br />
a caerse y romperse una pierna, y luego vendrían la<br />
enfermedad, y <strong>lo</strong>s do<strong>lo</strong>res, y <strong>lo</strong>s gastos del tratamiento, todo<br />
<strong>lo</strong> cual uno se ahorra <strong>con</strong> la que ya está coja. O, como en<br />
otra historia [pág. 59], sabe refutar <strong>con</strong> buenos argumentos<br />
cada una de las objeciones que hace el pretendiente a la<br />
novia, para oponer al fin a la última de ellas, que es in<strong>con</strong>trovertible:<br />
«¿Y qué quiere usted? ¿Que no tenga ningún<br />
defecto?», como si de las tachas anteriores no hubiera <strong>su</strong>bsistido<br />
un necesario resto. No es difícil en estos dos ejemp<strong>lo</strong>s<br />
hallar el lado débil de la argumentación; y hasta <strong>lo</strong><br />
hicimos cuando indagábamos la técnica. Pero es otra cosa<br />
la que ahora nos interesa. Si al dicho del casamentero se le<br />
presta una apariencia lógica tan fuerte que só<strong>lo</strong> se discierne<br />
como vana tras un examen cuidadoso, la verdad que hay tras<br />
el<strong>lo</strong> es que el <strong>chiste</strong> da la razón al casamentero; el pensamiento<br />
no osa hacer esto último en serio y <strong>su</strong>stituye esa<br />
seriedad por la apariencia que el <strong>chiste</strong> presenta, pero aquí<br />
la chanza, como tan a menudo <strong>su</strong>cede, deja traslucir <strong>lo</strong> serio.<br />
No nos equivocaremos <strong>su</strong>poniendo, respecto de todas las<br />
historias de fachada lógica, que en efecto quieren decir <strong>lo</strong><br />
que afirman <strong>con</strong> una argumentación deliberadamente falaz.<br />
Só<strong>lo</strong> este uso del sofisma para una figuración encubierta de<br />
la verdad les presta el carácter de <strong>chiste</strong>, el cual, por tanto,<br />
depende principalmente de la tendencia. Y, en efecto, <strong>lo</strong> que<br />
ambas historias se proponen indicar es que el pretendiente<br />
se co<strong>lo</strong>ca de hecho en ridícu<strong>lo</strong> al examinar <strong>con</strong> tanto cuidado<br />
cada una de las excelencias de la novia, frágiles todas ellas,<br />
y al olvidar de ese modo que debe prepararse para <strong>con</strong>vertir<br />
en <strong>su</strong> mujer a una criatura humana <strong>con</strong> <strong>su</strong>s inevitables defec-<br />
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