Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)
Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)
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gen muy extenso, de <strong>su</strong>erte que no cabe esperar aquí unas<br />
<strong>con</strong>diciones tan especializadas como las que hallamos, por<br />
ejemp<strong>lo</strong>, en <strong>lo</strong> ingenuo. Con miras a ponernos sobre la pista<br />
de la <strong>con</strong>dición válida para <strong>lo</strong> cómico, <strong>lo</strong> más atinado es<br />
escoger un caso como punto de partida; elegimos <strong>lo</strong> cómico<br />
de <strong>lo</strong>s movimientos acordándonos de que la representación<br />
teatral más primitiva, la pantomima, se vale de este recurso<br />
para hacernos reír. A la pregunta sobre por qué nos reímos<br />
de <strong>lo</strong>s movimientos del c<strong>lo</strong>wn, se podría responder: porque<br />
nos parecen desmedidos y desacordes <strong>con</strong> un fin. Reímos de<br />
un gasto demasiado grande. Busquemos esta <strong>con</strong>dición fuera<br />
de la comicidad obtenida artificialmente, vale decir, allí donde<br />
uno la descubre de manera no deliberada.<br />
Los movimientos del niño no nos parecen cómicos, por<br />
más que se agite y salte. Cómico es, en cambio, que el niño<br />
que aprende a escribir saque la lengua y acompañe <strong>con</strong> ella<br />
<strong>lo</strong>s movimientos de la pluma; en estos movimientos <strong>con</strong>comitantes<br />
vemos un gasto <strong>su</strong>perfino que nosotros en igual<br />
actividad nos ahorraríamos. De igual modo, también en adultos<br />
nos re<strong>su</strong>ltan cómicos unos movimientos <strong>con</strong>comitantes<br />
o aun movimientos expresivos algo desmedidos. Así, son<br />
casos puros de esta clase de comicidad <strong>lo</strong>s movimientos que<br />
ejecuta el jugador de bo<strong>lo</strong>s después que arrojó la bola, cuando<br />
sigue <strong>su</strong> trayectoria como si todavía pudiera regularla<br />
<strong>con</strong> posterioridad; cómicos son todos <strong>lo</strong>s gestos que exageran<br />
la expresión normal de las emociones, aunque se produzcan<br />
de manera involuntaria, como en las personas afectadas<br />
por el baile de San Vito {chorea); también <strong>lo</strong>s apasionados<br />
movimientos de un moderno director de orquesta<br />
parecerán cómicos a toda persona ignara en música que no<br />
comprenda <strong>su</strong> carácter necesario. Y desde esta comicidad de<br />
<strong>lo</strong>s movimientos se ramifica aún <strong>lo</strong> cómico de las formas<br />
del cuerpo y <strong>lo</strong>s rasgos del rostro, en la medida en que se<br />
<strong>lo</strong>s <strong>con</strong>ciba como si fueran producto de un movimiento llevado<br />
demasiado lejos y carente de fin. Ojos saltones, una<br />
nariz que se proyecte sobre la boca en forma de pico de <strong>lo</strong>ro,<br />
orejas salientes, una joroba y rasgos de esta índole probablemente<br />
só<strong>lo</strong> sean cómicos porque uno se representa <strong>lo</strong>s<br />
movimientos que se habrían requerido para producir<strong>lo</strong>s, a cuyo<br />
fin la representación <strong>con</strong>sidera móviles mucho más de <strong>lo</strong><br />
que <strong>lo</strong> son en realidad a nariz, orejas y otras partes del cuerpo.<br />
Es sin duda cómico que alguien pueda «mover las orejas»,<br />
y por cierto que <strong>lo</strong> sería todavía más el que pudiera<br />
mover <strong>su</strong> nariz hacia arriba o hacia abajo. Buena parte del<br />
efecto cómico que <strong>lo</strong>s animales nos producen se debe a que<br />
percibimos en el<strong>lo</strong>s movimientos que no podríamos imitar.<br />
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