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Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)

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uen pasar, tras protestarle largo tiempo <strong>su</strong> miseria. Ese<br />

mismo día el benefactor <strong>lo</strong> encuentra en el restaurante ante<br />

una fuente de salmón <strong>con</strong> mayonesa. Le reprocha: "¿Cómo?<br />

Usted <strong>con</strong>sigue mi dinero y luego pide salmón <strong>con</strong> mayonesa.<br />

¿Para eso ha usado mi dinero?". Y el inculpado responde;<br />

"No <strong>lo</strong> comprendo a usted; cuando no tengo dinero,<br />

no puedo comer salmón <strong>con</strong> mayonesa; cuando tengo<br />

dinero, no me está permitido comer salmón <strong>con</strong> mayonesa,<br />

Y entonces, ¿cncuido comería yo salmón <strong>con</strong> mayonesa?"».<br />

Aquí, por fin, ya no se descubre ningún doble sentido.<br />

Y tampoco la repetición de «salmón <strong>con</strong> mayonesa» puede<br />

<strong>con</strong>tener la técnica del <strong>chiste</strong>, pues no es «acepción múltiple»<br />

del mismo material, sino una efectiva repetición de <strong>lo</strong><br />

idéntico, requerida por el <strong>con</strong>tenido. Podemos quedarnos<br />

un tiempo des<strong>con</strong>certados ante este análisis; acaso recurramos<br />

al <strong>su</strong>bterfugio de impugnar el carácter chistoso de esta<br />

anécdota que nos hizo reír.<br />

¿Qué otra cosa digna de mención podemos decir sobre la<br />

respuesta del pobre? Que se le ha prestado de manera curiosísima<br />

el carácter de <strong>lo</strong> lógico. Pero sin razón, pues la<br />

respuesta misma es alógica. <strong>El</strong> hombre se defiende de haber<br />

empleado en esas exquisiteces el dinero que le dieron, y<br />

pregunta, <strong>con</strong> una apariencia de razón, cuándo comería entonces<br />

salmón. Pero esa no es la respuesta correcta; <strong>su</strong> benefactor<br />

no le reprocha cjue se deleite <strong>con</strong> salmón justo el<br />

día en que le pidió dinero, sino que le recuerda que en <strong>su</strong><br />

situación no tiene ningún derecho a pensar en tales manjares.<br />

Este sentido del reproche, el único posible, es el que<br />

omite el bon vivant empobrecido; <strong>su</strong> respuesta se dirige a<br />

otra cosa, como si hubiera incurrido en un malentendido<br />

sobre el reproche.<br />

Ahora bien, ¿y si la técnica de este <strong>chiste</strong> residiera justamente<br />

en ese desvío de la respuesta respecto del sentido<br />

del reproche? Acaso en <strong>lo</strong>s otros dos ejemp<strong>lo</strong>s, que en nuestro<br />

sentir están emparentados <strong>con</strong> este, podamos demostrar<br />

una parecida alteración del punto de vista, un desplazamiento<br />

del acento psíquico.<br />

Veamos, pues; esa demostración se obtiene <strong>con</strong> total facilidad,<br />

y de hecho pone en descubierto la técnica de estos<br />

ejemp<strong>lo</strong>s. Soulié indica a Heine que la sociedad del sig<strong>lo</strong><br />

XIX adora al «becerro de oro», tal como antaño <strong>lo</strong> hizo el<br />

pueb<strong>lo</strong> judío en el desierto. Lo adecuado sería que Heine<br />

diera una respuesta de este tipo: «Sí, así es la naturaleza<br />

humana; el paso de <strong>lo</strong>s sig<strong>lo</strong>s no la ha modificado en nada»,<br />

o alguna otra expresión de asentimiento. Pero Heine en <strong>su</strong><br />

respuesta se desvía de la idea incitada, en modo alguno res-<br />

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