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Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)

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que se han despojado de uno de <strong>lo</strong>s caracteres más esenciales<br />

del <strong>chiste</strong>, son <strong>chiste</strong>s «ma<strong>lo</strong>s» o en modo alguno deben<br />

llamarse <strong>chiste</strong>s.<br />

Es indudable que estos <strong>chiste</strong>s atrofiados producen un<br />

efecto cómico que podemos explicarnos de más de un modo.<br />

O la comicidad nace del descubrimiento de las maneras de<br />

pensar de <strong>lo</strong> in<strong>con</strong>ciente, como en <strong>lo</strong>s casos ya <strong>con</strong>siderados<br />

[v. gr., págs. 194-5], o el placer brota de la comparación<br />

<strong>con</strong> el <strong>chiste</strong> completo. Nada impide <strong>su</strong>poner que aquí se<br />

<strong>con</strong>jugan esas dos modalidades de génesis del placer cómico,<br />

y no puede desecharse que justamente el in<strong>su</strong>ficiente apuntalamiento<br />

en el <strong>chiste</strong> <strong>con</strong>vierta al disparate en disparate<br />

cómico.<br />

Es que hay otros casos fácilmente penetrables en que esa<br />

in<strong>su</strong>ficiencia hace que el disparate adquiera una comicidad<br />

irresistible por la comparación <strong>con</strong> <strong>lo</strong> que debería operarse.<br />

La <strong>con</strong>trapartida del <strong>chiste</strong>, el acertijo fpág. 64;/.], acaso<br />

nos ofrezca en este punto mejores ejemp<strong>lo</strong>s que el <strong>chiste</strong><br />

mismo. Una pregunta jocosa [Schcrzfrage] fpág. 146, ;/. 7]<br />

reza, por ejemp<strong>lo</strong>: «Dime qué es: está colgado de la pared<br />

y uno puede secarse <strong>con</strong> el<strong>lo</strong> las manos». Sería tonto el<br />

acertijo si la respuesta pudiera ser: «Una toalla». Más bien<br />

se rechaza esa respuesta. — «No, un arenque». — «¡Pero<br />

por el amor de Dios —es la horrorizada protesta—; un<br />

arenque no cuelga de la pared!». — «Sin embargo puedes<br />

colgar<strong>lo</strong>». — «Pero, ¿quién se secaría las manos <strong>con</strong> un<br />

arenque?». — «Bueno —dice la tranquilizadora respuesta—;<br />

no estás obligado». — Este esclarecimiento, brindado<br />

mediante dos típicos desplazamientos, muestra cuánto le<br />

falta a esta pregunta para ser un verdadero acertijo, y a<br />

causa de esta absoluta in<strong>su</strong>ficiencia aparece, en lugar de<br />

disparatadamente estúpida. . . irresistiblemente cómica. De<br />

este modo, por inobservancia de <strong>con</strong>diciones esenciales, un<br />

<strong>chiste</strong>, un acertijo u otras cosas que en sí no arrojan placer<br />

cómico pueden <strong>con</strong>vertirse en fuentes de este.<br />

Menos difícil de entender todavía es el caso de la comicidad<br />

involuntaria en el decir, de la cual en las poesías de<br />

Friederike Kempner (1891) podemos espigar cuantos ejemp<strong>lo</strong>s<br />

queramos:<br />

204<br />

«Contra la vivisección<br />

»Un ignoto lazo de las almas encadena<br />

al ser humano <strong>con</strong> el pobre animal.<br />

<strong>El</strong> animal posee voluntad —ergo, alma—<br />

aunque una más pequeña que la nuestra».

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