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Volumen VIII – El chiste y su relación con lo inconsciente (1905)

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puedo adoptar «posición de descanso», como reza la fórmula<br />

militar, me ahorran el plus de gasto de la compulsión de<br />

solemnidad, y la comparación entre ese modo de representar,<br />

incitado por la empatia, y el acostumbrado hasta ese momento,<br />

que procura establecerse simultáneamente, vuelve a<br />

crear la diferencia de gasto que puede ser descargada por<br />

la risa.<br />

La caricatura opera el rebajamiento, según es notorio, realzando<br />

de la expresión g<strong>lo</strong>bal del objeto <strong>su</strong>blime un único<br />

rasgo en sí cómico que no podía menos que pasar inadvertido<br />

mientras só<strong>lo</strong> era perceptible dentro de la imagen total. Ahora,<br />

por medio de <strong>su</strong> aislamiento, se puede obtener un efecto<br />

cómico que en nuestro recuerdo se extiende al todo. Condición<br />

de el<strong>lo</strong> es que la presencia de <strong>lo</strong> <strong>su</strong>blime mismo no nos<br />

mantenga en nuestra predisposición a venerar<strong>lo</strong>. Cuando en<br />

la realidad falta un rasgo cómico omitido de ese modo, la<br />

caricatura <strong>lo</strong> crea sin reparo alguno exagerando uno no cómi<br />

CO en sí mismo. Vuelve a ser característico para el origen<br />

del placer cómico que el efecto de la caricatura no <strong>su</strong>fra<br />

esencial menoscabo por ese falseamiento de la realidad.<br />

Parodia y travestismo obtienen el rebajamiento de <strong>lo</strong> <strong>su</strong>blime<br />

de otra manera, destruyendo la unidad entre <strong>lo</strong>s caracteres<br />

cjue nos re<strong>su</strong>ltan familiares en ciertas personas y <strong>su</strong>s<br />

dichos o acciones, o bien <strong>su</strong>stituyendo las personas <strong>su</strong>blimes<br />

o <strong>su</strong>s exteriorizaciones por unas de inferior nivel. En esto, y<br />

no por el mecanismo para producir placer cómico, se distinguen<br />

de la caricatura. Idéntico mecanismo vale también para<br />

el desenmascaramiento, que só<strong>lo</strong> interviene allí donde alguien<br />

se ha arrogado mediante fraude una dignidad y autoridad de<br />

las que es preciso despojar<strong>lo</strong> realmente. Ya a raíz del <strong>chiste</strong><br />

tomamos <strong>con</strong>ocimiento del efecto cómico del desenmascaramiento<br />

a través de algunos ejemp<strong>lo</strong>s; tal la historia de la<br />

noble dama cjue en las primeras ansies Je! parto exclamó;<br />

«Ah, mon Dieu/», y a la que el médico no quiso hacer caso<br />

hasta que gritó: «¡Ay-ay-ay ay!» [pag. 77]. Ahora que tenemos<br />

noticia de <strong>lo</strong>s caracteres de <strong>lo</strong> cómico, ya no podemos<br />

negar que esa historia es en verdad un ejemp<strong>lo</strong> de desenmascaramiento<br />

cómico y rio posee justificados títu<strong>lo</strong>s para<br />

llamarse <strong>chiste</strong>. Al chisto recuerda meramente por la escenificación,<br />

por el recurso técnico de la «figuración mediante<br />

algo pequeñísimo» [<strong>lo</strong>e. cit.], o sea, en este caso, el grito,<br />

<strong>con</strong>siderado indicio <strong>su</strong>ficiente para iniciar la asistencia. Empero,<br />

queda en pie que a nuestro sentimiento lingüístico, si<br />

se nos pide pronunciarnos, no le repugna llamar <strong>chiste</strong> a una<br />

historia de esta clase. Nos inclinaríamos a explicar<strong>lo</strong> reflexionando<br />

que el uso lingüístico no parte de la intelección<br />

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