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Islas en la red

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prisión. Dios, estaba tan delgada. Podía ver todas<br />

sus costil<strong>la</strong>s.<br />

Delgada y vieja y exhausta, como algo que debería<br />

estar muerto. Se pasó <strong>la</strong> túnica por <strong>la</strong> cabeza..., <strong>la</strong>s<br />

costuras de sus hombros le llegaban a medio camino<br />

de sus bíceps y <strong>la</strong>s mangas colgaban hasta sus<br />

nudillos. Era gruesa, sin embargo, y ab<strong>la</strong>ndada por<br />

mucho uso. Olía a Gresham, como si él <strong>la</strong> hubiera<br />

abrazado.<br />

Un p<strong>en</strong>sami<strong>en</strong>to extraño, mareante. Se sintió<br />

azarada. Era todo un patético espectáculo. Gresham<br />

jamás podría desear a una mujer loca...<br />

De pronto el suelo asc<strong>en</strong>dió hacia el<strong>la</strong> y <strong>la</strong> golpeó.<br />

Quedó t<strong>en</strong>dida <strong>en</strong> medio de un amasijo de sus<br />

propios brazos y piernas, preguntándose qué había<br />

pasado. Transcurrió un tiempo impreciso, sumida <strong>en</strong><br />

un vago dolor y oleada tras oleada de vértigo.<br />

Gresham sujetaba sus brazos.

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