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Islas en la red

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una incipi<strong>en</strong>te inso<strong>la</strong>ción. Orinó rápidam<strong>en</strong>te y<br />

volvió a subir a <strong>la</strong> sombra de <strong>la</strong> lona del camión.<br />

Siguieron avanzando durante toda <strong>la</strong> tarde y <strong>en</strong> el<br />

ocaso. No había ar<strong>en</strong>a, sólo varios tipos de lechos<br />

de rocas, cuarteadas y con un aspecto marciano.<br />

Kilómetros de rocas cocidas por el calor durante<br />

horas y horas, luego cerros de piedra ar<strong>en</strong>isca <strong>en</strong> un<br />

millón de tonalidades de pardo y beige, cada uno<br />

más tedioso que el anterior. Se cruzaron con otro<br />

convoy militar al anochecer, y <strong>en</strong> una ocasión un<br />

distante avión cruzó por el horizonte meridional.<br />

Al anochecer abandonaron <strong>la</strong> carretera y colocaron<br />

los camiones formando un círculo. Los soldados<br />

c<strong>la</strong>varon estacas y pitones de metal <strong>en</strong> <strong>la</strong> roca a todo<br />

al<strong>red</strong>edor del campam<strong>en</strong>to. Monitores, p<strong>en</strong>só Laura.<br />

Comieron de nuevo y el sol se puso, <strong>en</strong> uno de esos<br />

extraños anocheceres del desierto que iluminan el<br />

horizonte con un fuego rosado. Los soldados les<br />

<strong>en</strong>tregaron una manta de algodón del ejército, y

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