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Islas en la red

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Allá vamos, p<strong>en</strong>só. Un agradable y sólido deslizar<br />

d<strong>en</strong>tro de el<strong>la</strong>. Seguro que no había nada mejor que<br />

aquello.<br />

Sonrió al rostro de David.<br />

Esa expresión <strong>en</strong> sus ojos. A veces <strong>la</strong> había<br />

asustado, <strong>la</strong>s primeras veces, y <strong>la</strong> había excitado<br />

también. Esa expresión que hacía que el dulce<br />

David desapareciera y algo distinto ocupara su<br />

lugar. Alguna otra parte de el, una parte primig<strong>en</strong>ia.<br />

Algo que el<strong>la</strong> no podía contro<strong>la</strong>r, que podía llegar<br />

incluso a apoderarse de su propio control sobre sí<br />

misma. El sexo había sido así <strong>en</strong> los primeros días<br />

de su re<strong>la</strong>ción, algo salvaje y fuerte y romántico, y<br />

no <strong>en</strong>teram<strong>en</strong>te p<strong>la</strong>c<strong>en</strong>tero. Demasiado cerca del<br />

desvanecerse, demasiado cerca del dolor.<br />

Demasiado extraño...<br />

Pero no esta noche. Se deslizaron a un bu<strong>en</strong> ritmo<br />

de bombeo. Un fuerte abrazo y un sólido bombear.<br />

Estup<strong>en</strong>do, sólido, confortable sexo. Edificando el

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