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Islas en la red

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jodida esquina! No hasta que descubramos a los<br />

hijos de puta que apretaron los botones que mataron<br />

a esos chicos que se ahogaron <strong>en</strong> Granada. ¡Pero no<br />

mi hija! ¡Nunca más! Laura pinchó <strong>la</strong> hoja de<br />

aluminio <strong>en</strong>cima del humeante pollo con alm<strong>en</strong>dras.<br />

No s<strong>en</strong>tía apetito. Aquellos cuerpos ahogados...,<br />

rígidos y muertos y agitándose sobre <strong>la</strong>s oscuras<br />

corri<strong>en</strong>tes..., oscuras corri<strong>en</strong>tes de furia.<br />

—David ti<strong>en</strong>e razón ― dijo—. No mi Loretta. Pero<br />

uno de nosotros ti<strong>en</strong>e que ir. A Singapur.<br />

David <strong>la</strong> miró con <strong>la</strong> boca abierta.<br />

—¿Por qué?<br />

—Porque somos necesarios allí, por eso. Porque eso<br />

es lo que deseamos —dijo—. Poder para contro<strong>la</strong>r<br />

nuestras propias vidas. Y <strong>la</strong>s auténticas respuestas.<br />

¡La verdad!<br />

David se <strong>la</strong> quedó mirando.

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