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Arrancame la vida

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-¿Para qué?<br />

-Para que tú llegues a tu casa antes que él.<br />

-Pero si yo no quiero regresar a mi casa.<br />

-Tienes que llegar. Ni modo que te quedes aquí.<br />

-Soy una pendeja -dije levantándome a buscar mi ropa regada por todo el<br />

cuarto. Estaba tan furiosa que atoré el cierre del vestido y empecé a<br />

jalonearlo hasta que lo rompí. Busqué los zapatos, total, con el abrigo<br />

encima no se notaría <strong>la</strong> espalda abierta.<br />

-Tú y Álvaro son unos culeros -dije.<br />

-Para ser pob<strong>la</strong>na tienes bonito pelo –contestó.<br />

-Tú qué sabes de los pob<strong>la</strong>nos -grité. Sonó el timbre. Era Juan.<br />

-Señora el general no quiere salir de Los Pinos. Dice que usted le dijo que<br />

estaría en el jardín y que por ahí debe andar, que no podemos dejar<strong>la</strong>.<br />

-¿Y con quién está? ¿No se ha acabado <strong>la</strong> fiesta? -pregunté.<br />

-Está con don Alfonso Peña -contestó Juan.<br />

-¿Todavía? -pregunté.<br />

-Hay que estar borrachísimo para aguantar a Peña tanto tiempo.<br />

-Vamos, querida -dijo Carlos, ya vestido en <strong>la</strong> puerta.<br />

Llegamos a Los Pinos. Juan se fue a estacionar el coche y nosotros nos<br />

bajamos cerca del sitio donde estuvimos con Cordera.<br />

Caminamos. Carlos tenía su brazo en mi cintura y me ja<strong>la</strong>ba. Entramos al<br />

salón. Ya no había casi nadie. Andrés y Peña estaban sentados al fondo,<br />

con un mesero de cada <strong>la</strong>do y una botel<strong>la</strong> de coñac enfrente. Fuimos<br />

hasta ellos.<br />

-¿Ya tomaron su aire? -preguntó Andrés arrastrando <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras.<br />

-No tardamos mucho. ¿Cómo te dio tiempo de beber tanto? Estás<br />

borrachísimo, Andrés, como nunca. ¿Por qué? -le dije sorprendida. Estaba<br />

acostumbrada a verlo beber durante horas sin parar y sin emborracharse.<br />

-Porque para vivir en este país hay que estar loco o pedo. Yo casi siempre<br />

ando loco, pero ahora me quería ganar <strong>la</strong> cordura y no <strong>la</strong> dejé. ¿Verdad,<br />

hermano? -le preguntó a Peña que estaba más borracho que él, tenía los<br />

ojos bizcos y miraba al suelo.<br />

-Lo que yo te advierto es que son unos pinches comunistas peligrosos<br />

-decía encimando <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras. No deberías dejar a tu mujer andar con<br />

ellos.<br />

-A éste ya le llegaron <strong>la</strong>s alucinaciones -dijo Andrés. Cree que Vives es<br />

comunista, lo que sigue es que vea venir un elefante morado y a Greta<br />

Garbo en calzones. Llévatelo a su casa, Juan, nosotros nos vamos a<br />

quedar aquí p<strong>la</strong>ticando.<br />

-Vámonos mejor todos a <strong>la</strong> casa -dije. Aquí ya no es propio.<br />

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