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Arrancame la vida

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-Así que nos esperan seis años de este tedio -dijo Mónica en <strong>la</strong> puerta.<br />

¡Qué horror! Prefiero el indigenismo.<br />

Fuimos a comer al Tampico. Mónica se dedicó a coquetear con todos los<br />

señores de <strong>la</strong>s mesas cercanas hasta que al fin de <strong>la</strong> comida el mesero<br />

llegó con una botel<strong>la</strong> de champagne que no hab<strong>la</strong>mos pedido, <strong>la</strong> noticia de<br />

que <strong>la</strong> cuenta estaba pagada y dos rosas con una tarjeta que decía:<br />

«Acepten ustedes <strong>la</strong> sincera admiración de: Mateo Podán y Francisco<br />

Balderas.»<br />

Busqué a Balderas que era secretario de Agricultura y había comido varias<br />

veces en mi casa. Estaba sentado no muy lejos, en una mesa para dos con<br />

un hombre de nariz aguileña y ojos profundos al que supuse Mateo Podán,<br />

periodista al que Andrés odiaba.<br />

-¿Dices que el de <strong>la</strong> derecha también quiere ser presidente? -preguntó<br />

Mónica. Perdóname amiga, pero ojalá y se le haga.<br />

Acabaron en nuestra mesa p<strong>la</strong>ticando. Mateo Podán tenía una lengua<br />

rapidísima y cruel con <strong>la</strong> cual se dedicó a describir al compadre Campos<br />

como si yo fuera Dolores del Río o cualquier otra mujer menos <strong>la</strong> esposa<br />

de su compadre Andrés Ascencio. Balderas se encantó con Mónica y<br />

acabó pidiéndole su dirección y otras cosas.<br />

Salimos del restorán como a <strong>la</strong>s siete. Llegamos a Pueb<strong>la</strong> tan tarde que el<br />

marido de Mónica estuvo a punto de perder <strong>la</strong> parálisis para levantarse a<br />

golpear<strong>la</strong>, y el mío ya estaba al tanto de todo, hasta de que me habían<br />

gustado <strong>la</strong>s manos <strong>la</strong>rgas de Podán.<br />

-¿Quién te autorizó a irte de cuzca? -preguntó cuando entré cantando a<br />

nuestra recámara como a <strong>la</strong>s doce.<br />

-Yo me autoricé -le dije con tal tranquilidad que tuvo que aguantarse <strong>la</strong><br />

risa antes de iniciar un griterío que terminé después de ponerme el camisón<br />

cuando le dije:<br />

-No te exaltes. ¿A poco estás tan seguro de que el gordo puede ser<br />

presidente? Mejor prende varias ve<strong>la</strong>s. Y quítame a los guardaespaldas.<br />

No valen lo que les pagas. De todos modos yo juego en tu equipo y ya lo<br />

sabes.<br />

A principios del año siguiente <strong>la</strong> candidatura de Rodolfo se hizo inevitable,<br />

sobre todo después de que mataron al general Narváez, que según<br />

Andrés se lo merecía por pendejo y por necio. ¿A quién se le ocurre<br />

levantarse en armas contra el gobierno?<br />

Rodolfo, como secretario de <strong>la</strong> Defensa, giró instrucciones para que los<br />

soldados fueran magnánimos con los prisioneros y aceptaran <strong>la</strong> rendición<br />

de los pocos hombres que seguían en armas. Luego renunció para evitar<br />

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