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Arrancame la vida

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-Yo ya tengo marido -dije.<br />

-Para que tengas otro.<br />

Dejó caer <strong>la</strong> liga, <strong>la</strong> recogí en el aire con <strong>la</strong> punta del pie. Un momento<br />

tuvimos los pies unidos por el resorte de encajes, luego el<strong>la</strong> dio un brinco<br />

y sacó el suyo. Trepé <strong>la</strong> liga hasta el muslo subiéndome el vestido.<br />

-Siempre me han gustado tus piernas -dijo Lilia, metiéndose en <strong>la</strong> falda<br />

de su traje sastre. Era de tergal y le caía perfecto. Se puso una blusa de<br />

seda roja y encima el saco azul marino de <strong>la</strong> misma te<strong>la</strong> que <strong>la</strong> falda.<br />

Perdió un zapato. Lo encontramos abajo de una maleta.<br />

-Tienes chueca <strong>la</strong> raya de <strong>la</strong>s medias -dije.<br />

-Tú siempre con que tengo chuecas <strong>la</strong>s rayas -dijo, parándose de<br />

espaldas frente a mí para que yo se <strong>la</strong>s enderezara como cualquier otro<br />

día. Me agaché hasta sus piernas.<br />

-¿Entonces qué? ¿Me pongo y ya? -preguntó.<br />

-¿Te pones dónde? -dije.<br />

-Abajo de él.<br />

-Abajo y que se dé de saltos -dije, y <strong>la</strong> besé.<br />

-Dame <strong>la</strong> bendición, entonces. Como cuando era yo chica y te ibas de<br />

viaje -dijo al oír a Emilio l<strong>la</strong>mándo<strong>la</strong>.<br />

Era curiosa y mandona como su padre. Y como su padre una arbitraria<br />

perfecta.<br />

Le puse <strong>la</strong> punta de <strong>la</strong> mano extendida en <strong>la</strong> frente y luego <strong>la</strong> bajé hasta<br />

su pecho y fui de un hombro a otro mirándo<strong>la</strong> aguantar <strong>la</strong> risa y <strong>la</strong><br />

emoción, los ojos húmedos y los cachetes rojos.<br />

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que te vaya bien con<br />

todo y sobre todo con el Espíritu Santo.<br />

Me quedé sentada en el suelo hasta que un mozo entró a preguntarme si<br />

podía bajar <strong>la</strong>s maletas. Entonces me levanté a cerrar el desorden que<br />

había dejado Lilia y salí del cuarto junto con <strong>la</strong>s maletas.<br />

Abajo en el jardín había un griterío por los novios que se irían en el<br />

Ferrari, regalo de Andrés a su hija. Lo habían pintado con bilé diciendo<br />

«recién casados» y tenía botes amarrados a <strong>la</strong> salpicadera para que<br />

fueran haciendo ruido al rodar. Lilia subió al coche y se despidió con <strong>la</strong><br />

mano como artista de cine. Sus hermanos se acercaron a besar<strong>la</strong>. El único<br />

que parecía sobrar era Emilito mirando al fondo del jardín como si<br />

esperara algo.<br />

-Adiós -dijo Lilia estirando <strong>la</strong> boca para besar a su padre que presidía el<br />

jolgorio de <strong>la</strong> despedida. Emilito señaló un Plymouth negro que se<br />

estacionó detrás:<br />

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