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sólo Andrés y yo en el primero. De nuestro cuarto al del helecho había<br />
cinco minutos de escaleras y corredores. Caminé por <strong>la</strong> oscuridad con <strong>la</strong><br />
experiencia de otras noches, fui al jardín, luego a mi cuarto. Me peiné, me<br />
puse un abrigo negro y busqué a Juan en <strong>la</strong> cocina. El me llevó a Gayosso.<br />
-Hubiera l<strong>la</strong>mado señora -dijo un hombre con sueño empeñado en ser<br />
amable.<br />
-Quiero una caja de madera, color madera, sin fierro, sin moños negros y<br />
sin cruz -dije.<br />
La caja llegó como a <strong>la</strong>s nueve. A <strong>la</strong>s once estábamos en Tonanzint<strong>la</strong>.<br />
Había sol y mucha gente. Benítez acarreó a los maestros, a los<br />
estudiantes del conservatorio, a los activistas del partido. Cordera llegó<br />
desde México y caminó conmigo detrás de <strong>la</strong> caja.<br />
El panteón de Tonanzint<strong>la</strong> no tiene barda, está junto a <strong>la</strong> iglesia, a <strong>la</strong> oril<strong>la</strong><br />
de un cerro. Era 2 de noviembre, mucha gente visitaba otras tumbas, <strong>la</strong>s<br />
llenaba de flores, de cazue<strong>la</strong>s con mole, de pan y dulces. Mandé cortar<br />
toda <strong>la</strong> siembra del campo en que estuvimos el día anterior, salieron como<br />
quinientos ramos. Dije que los repartieran entre los acarreados de<br />
Benítez y. los obreros que iban con Cordera. Todos tuvieron flores para<br />
dejar en <strong>la</strong> tumba de Carlos.<br />
Los enterradores pusieron <strong>la</strong> caja de madera cerca del hoyo que habían<br />
hecho en <strong>la</strong> tierra. Entonces Andrés se paró junto y dijo:<br />
-Compañeros trabajadores, amigos: Carlos Vives murió víctima de los<br />
que no quieren que nuestra sociedad camine por los fructíferos senderos<br />
de <strong>la</strong> paz y <strong>la</strong> concordia. No sabemos quiénes cortaron su <strong>vida</strong>, su<br />
hermosa <strong>vida</strong> que les pareció peligrosa, pero estamos seguros de que<br />
habrán de pagar su crimen. La pérdida de un hombre como Carlos Vives<br />
no es sólo una pena para quienes como yo y mi familia y sus amigos<br />
tuvimos el privilegio de quererlo, sino que es principalmente una pérdida<br />
social irreparable. Quisiera hacer el recuento de sus cualidades, de <strong>la</strong>s<br />
empresas en <strong>la</strong>s que sirvió a <strong>la</strong> patria, de todos los trabajos con los que<br />
enriqueció nuestra Revolución. No puedo, me lo impide <strong>la</strong> pena, etcétera.<br />
Después habló Cordera. Yo estaba como viendo una pelícu<strong>la</strong>, no sentía.<br />
-Carlos -dijo, siempre tendremos una ayuda en el recuerdo de tu<br />
honradez, tu inteligencia y tu valor. No vamos a pedir justicia, ya <strong>la</strong><br />
buscamos. Ayudándonos a dar con el<strong>la</strong> perdiste <strong>la</strong> <strong>vida</strong>. Sabemos quiénes<br />
te mataron: te mataron los poderosos, los que tienen armas y cárceles.<br />
No te mataron los pobres, ni los trabajadores, ni los estudiantes, ni los<br />
intelectuales. Te mataron los caciques, los déspotas, los opresores, los<br />
tiranos, los que explotan..., etcétera.<br />
Cuando terminó, los peones levantaron <strong>la</strong> caja para meter<strong>la</strong> al hoyo.<br />
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