You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
pidiéndole a Fito una caridad? No, Andrés, los voy a l<strong>la</strong>mar a todos a echar<br />
vo<strong>la</strong>dos y a ver quién se gana esta casa tan fea, a ver a quién le tocan los<br />
ranchos de <strong>la</strong> sierra, a quién el Santa Julia y a quién La Mandarina, a quién<br />
los negocios con Heiss, a quién el alcohol c<strong>la</strong>ndestino, a quién <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za de<br />
Toros, a quién los cines y a quién <strong>la</strong>s acciones del hipódromo, a quién <strong>la</strong><br />
casa grande de México y a quién <strong>la</strong>s chicas. Puros vo<strong>la</strong>dos, Andrés, y el<br />
que ya esté metido en alguna parte pues ahí se queda, no voy a sacar a<br />
Olga del rancho en Veracruz, ni a Cande de <strong>la</strong> casa en Teziutlán. Ni loca<br />
voy a querer meterme en casa ajena. Yo quiero una casa menos grande<br />
que ésta, una casa en el mar, cerca de <strong>la</strong>s o<strong>la</strong>s, en <strong>la</strong> que mande yo, en <strong>la</strong><br />
que nadie me pida, ni me ordene, ni me critique. Una casa en <strong>la</strong> que<br />
pueda darme el gusto de recordar cosas buenas. Tu risa de alguna tarde,<br />
nuestros juegos a caballo, el día en que estrenamos el Ford convertible y<br />
lo corrimos a toda velocidad camino a México por primera vez. En <strong>la</strong> noche<br />
me dijiste «deja que yo te quite <strong>la</strong> ropas y me <strong>la</strong> fuiste quitando despacio<br />
y yo quieta hasta que me quedé desnuda mirándote. Entonces siempre te<br />
miraba con agradecimiento. Empecé a temb<strong>la</strong>r porque hacia frío y todavía<br />
me daba vergüenza estar desnuda a medio cuarto. Te chupaste un <strong>la</strong>bio y<br />
caminaste hacia atrás: «qué bonita eres», dijiste como si me vieras por<br />
primera vez y no fuera tuya. No soporté seguir ahí parada, te dije «ya,<br />
Andrés, ya no me veas así», y corrí a meterme bajo <strong>la</strong>s sábanas. Entonces<br />
te acercaste y me pusiste el dedo en el ombligo: « ¿qué guardas en este<br />
agujerito?», preguntaste, y yo te dije «un secreto». Toda <strong>la</strong> noche buscamos<br />
el secreto, ¿te acuerdas? Tengo sueño, ganas de irme a mi cama<br />
toda para mí, sin tus piernas cruzándose a media noche en mi camino, sin<br />
tus ronquidos. Me iría a dormir, pero quiero ir a Zacatián. Detesto ese<br />
lugar tan mojado, tan lleno de recovecos, pero quiero ir a ver a <strong>la</strong> gente<br />
parada en <strong>la</strong>s puertas de sus casas esperando que pasemos contigo<br />
muerto, por fin. Pondrán cara de pena tus empleados, los que siembran<br />
tus ranchos y cuidan tu ganado. Pero estarán felices, en <strong>la</strong> noche beberán<br />
licor de fruta y se reirán de nuestra suerte. Ahí va <strong>la</strong> viuda -dirán. Tan<br />
piruja. Apenas y le medio pagaba con <strong>la</strong> misma moneda. Viejo rabo<br />
verde, cabrón, ratero, asesino. Simpático -dirá alguno. Loco, murmurará<br />
doña Rafa, <strong>la</strong> amiga de tu mamá. Con sus ciento veinte años te verá pasar<br />
desde su mecedora de palo. Loco -dirá, yo siempre le dije a Herminia que<br />
ese niño le había salido medio loco. Atrabancado, contestaría tu madre,<br />
por atrabancado me gusta. También a mí me gustaste por atrabancado,<br />
¿cómo fue que me gustaste si estás tan feo? Te hubiera imaginado así <strong>la</strong><br />
tarde que nos conocimos y no me hubiera metido en tanto lío, no estaría<br />
yo aquí so<strong>la</strong> viendo salir el sol, con una flojera espantosa de ir a<br />
enterrarte. Pero ni modo. Ya me voy a vestir. ¿Qué me pondré? Velo de<br />
171