Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
obsesiones de Andrés. Tenía pocos meses de gobernar cuando logro el<br />
cambio. Dejó de rector al mismo que era director del colegio y en<br />
agradecimiento esa noche le entregaba el rectorado Honoris Causa.<br />
Salieron críticas en los periódicos y <strong>la</strong> gente dijo horrores, pero a Andrés<br />
no le importó. Se disfrazó con una toga y un birrete y nos hizo a nosotros<br />
vestirnos de ga<strong>la</strong>.<br />
Como no nos dio tiempo de decidir qué hacer con <strong>la</strong>s ex locas, nos <strong>la</strong>s<br />
llevamos al festejo. A una le presté un vestido yo y a <strong>la</strong> otra Marta.<br />
Durante el brindis presenté a <strong>la</strong> bonita con el rector, que <strong>la</strong> tomó como su<br />
secretaria particu<strong>la</strong>r y a <strong>la</strong> desheredada con el presidente del Tribunal de<br />
Justicia del Estado, que se encargó de ver que se le hiciera justicia. Creo<br />
que desheredaron al hermano porque como al mes recibí todo un juego<br />
de p<strong>la</strong>ta para té con <strong>la</strong> tarjeta de <strong>la</strong> señorita Imelda Basurto y, entre<br />
paréntesis, «<strong>la</strong> desheredada». Abajo: «Con mi eterno agradecimiento a<br />
su <strong>la</strong>bor de justicia.»<br />
Al principio <strong>la</strong> gente iba a <strong>la</strong> casa a solicitar audiencia y me pedía que <strong>la</strong><br />
ayudara con Andrés.<br />
Yo oía todo y Bárbara apuntaba. En <strong>la</strong>s noches me llevaba una lista de<br />
peticiones que le leía a mi general de corrido y aceptando instrucciones:<br />
ése que vea a Godínez, ésa que venga a mi despacho, eso<br />
no se puede, a ése dale algo de tu caja chica, y así.<br />
Mi primera gran decepción fue cuando me visitó un señor muy culto para<br />
contarme que se pretendía vender el archivo de <strong>la</strong> ciudad a una fábrica de<br />
cartón. Todo el archivo de <strong>la</strong> ciudad a tres centavos el kilo de papel. En <strong>la</strong><br />
noche fue el primer asunto que traté con Andrés. No quiso ni detenerse a<br />
discutirlo. Nada más dijo que ésos eran puros papeles inútiles, que lo que<br />
necesitaba Pueb<strong>la</strong> era futuro, y que no había dónde poner tanto recuerdo.<br />
El lugar donde estaba el archivo sería para que <strong>la</strong> Universidad tuviera más<br />
au<strong>la</strong>s. Además ya era tarde porque Díaz Pumarino su secretario de<br />
gobierno ya lo había vendido, es más, el dinero me lo iba a dar para el<br />
hospicio.<br />
Al día siguiente tuve que pasar <strong>la</strong> vergüenza de explicarle mi fracaso al<br />
señor Cordero. Total que el dinero de <strong>la</strong> venta ni siquiera fue para el<br />
hospicio porque <strong>la</strong> Asociación de Charros visitó a Andrés <strong>la</strong> mañana en<br />
que lo tenía sobre su escritorio y junto con el cheque del gobierno del<br />
estado les dio lo del archivo como donativo personal.<br />
Con ese empezaron mis fracasos y fui de mal en peor. Un día me visitó<br />
una señora muy acongojada. Su marido, un médico respetable, era dueño<br />
de <strong>la</strong> casa en que vivía toda <strong>la</strong> familia. Una casa muy bonita en el 18<br />
Oriente. Según contó <strong>la</strong> señora, a mi general le había gustado <strong>la</strong> casa y<br />
l<strong>la</strong>mó a su marido para comprárse<strong>la</strong>. Como el hombre le dijo que no<br />
37