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-Compadre -contestó Andrés caminando hacia él. Se abrazaron.<br />
-¿Y ahora qué? -le pregunté tras despedir a Rodolfo esa tarde.<br />
-Ahora a ser presidentes -me contestó.<br />
Todavía recuerdo el resto de ese año y todo el siguiente con <strong>la</strong> sensación<br />
de haber caído en un remolino. Andrés me nombró su representante. Me<br />
<strong>la</strong> pasé metida en juntas, mítines, actos cívicos y todas esas cosas que me<br />
hartaban.<br />
Compré una casa en Las Lomas. A veces me pertenecía entera. Los hijos<br />
y Andrés estaban en Pueb<strong>la</strong> de lunes a viernes. Los fines de semana sólo<br />
llegaban Octavio y Marce<strong>la</strong> dizque para suplirme.<br />
-¿Catín, podemos cambiar <strong>la</strong>s dos camas que hay en mi cuarto por una<br />
so<strong>la</strong> más grande? -me dijo Marce<strong>la</strong> un día.<br />
Acepté por supuesto. Desde entonces y hasta <strong>la</strong> fecha ellos duermen en <strong>la</strong><br />
misma cama.<br />
Al principio su padre se empeñaba en casar a Marce<strong>la</strong>. Octavio me rogó<br />
siempre que me hiciera cargo de anu<strong>la</strong>r a los pretendientes. Tanto<br />
empeño puse que un día Andrés me preguntó:<br />
-¿Tú también crees que hacen buena pareja? -y soltó <strong>la</strong> carcajada.<br />
Llegó <strong>la</strong> convención del partido, Fito se volvió candidato oficial y empezó<br />
<strong>la</strong> gira. El primer lugar que visitamos fue Guada<strong>la</strong>jara. Ahí, en un parque,<br />
Fito tomó <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra. Defendió a <strong>la</strong> familia, y habló del respeto que los<br />
hijos deben a los padres.<br />
Más que candidato parecía cura. Marce<strong>la</strong>, Octavio y yo nos dábamos de<br />
codazos y nos guiñábamos el ojo cuando <strong>la</strong> cosa se ponía demasiado<br />
rimbombante. Agradecí tanto que fueran conmigo. Además de compañía,<br />
me daban pretexto para librarme de <strong>la</strong> calentura que le entró al gordo. De<br />
repente, a media noche me mandaba l<strong>la</strong>mar con un militar de los que le<br />
prestaba el Estado Mayor Presidencial que ya lo trataba como Presidente.<br />
No sabía qué hacer, Fito no se me antojaba ni un poco. Ni aunque lo<br />
hubieran hecho presidente del mundo me hubiera gustado tocarlo.<br />
Una vez me mandó l<strong>la</strong>mar a media tarde para enseñarme su biografía y <strong>la</strong><br />
de Andrés publicada por los bravistas en casi todos los diarios.<br />
Comenzaban por recordar que Fito había sido cartero y luego volvían con<br />
lo de que estuvieron en La Ciudade<strong>la</strong> y seguían con una carta de Heiss a<br />
su gobierno diciendo que para cualquier defensa de los intereses<br />
norteamericanos en Pueb<strong>la</strong> contaba con los «Ascencio and Campos<br />
boys». Terminaba con una lista más bien precaria de los crímenes<br />
familiares.<br />
-No te aflijas -le dije. Andrés nunca se preocupó por los que le sacaban<br />
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