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cuando su campaña. De todos modos vas a ganar, ¿o no?<br />
-Quiero que vengas conmigo al desfile -contestó agachando <strong>la</strong> cabeza. Al<br />
día siguiente mandó por mí a <strong>la</strong> casa. El chofer me entregó un<br />
ramo de flores que llevaba una tarjeta diciendo: «Por rega<strong>la</strong>rme <strong>la</strong> suerte<br />
este primero de mayo,»<br />
Vimos el desfile del día del Trabajo desde el balcón de <strong>la</strong>s oficinas de <strong>la</strong><br />
CTM en Madero: Álvaro Cordera, delgado y fino, de pie junto a Fito<br />
que llevó <strong>la</strong> cara de siempre, regordeta, sonriente a medias, agazapada<br />
por completo. Todo fue bien hasta que empezaron a desfi<strong>la</strong>r los<br />
ferrocarrileros vitoreando a Bravo y aventando naranjas podridas al<br />
balcón en que estábamos. Creí que Rodolfo iba a empezar a hacer<br />
pucheros, pero en vez de eso agudizó <strong>la</strong> solemnidad de sus aburridas<br />
facciones y permaneció firme, sin perder <strong>la</strong> media risa, de pie junto a<br />
Cordera.<br />
Me había puesto un vestido de gasa c<strong>la</strong>ra. De pronto una naranja se<br />
estrelló contra mi falda. Dada <strong>la</strong> ecuanimidad de Rodolfo pensé que lo correcto<br />
sería también sonreír y no moverme. Eso hice. Cuando terminó el<br />
desfile, Fito le preguntó a Cordera si no creía que mi actitud era comparable<br />
a <strong>la</strong> de una reina sabia, Cordera, con coda tranquilidad dijo que sí.<br />
-Sofía nunca hubiera aguantado. ¡Qué bien escogió Andrés! -dijo Fito.<br />
Eres una mujer cabal y valerosa -siguió diciendo cuando íbamos en el<br />
coche rumbo a mi casa. Cuando llegamos me acompañó hasta <strong>la</strong> puerta y<br />
se despidió besándome <strong>la</strong>s manos y <strong>la</strong> falda manchada.<br />
-¿Será que él escribe sus discursos? -me pregunté mientras subía <strong>la</strong>s<br />
escaleras yendo a mi recámara. Es tan cursi que bien podría dedicarse a<br />
escribir discursos.<br />
En <strong>la</strong> tarde l<strong>la</strong>mó Andrés para darme <strong>la</strong>s gracias. Completó <strong>la</strong> otra mitad<br />
del discurso en torno a mis glorias.<br />
-Eres una vieja chingona. Aprendiste bien. Ya puedes dedicarte a <strong>la</strong><br />
política. Mantenme así al Gordo -dijo.<br />
Lo imaginé sentado frente a su escritorio lleno de papeles que nunca leía.<br />
Casi vi su boca echando carcajadas de agradecimiento. Algo de él me<br />
gustaba todavía.<br />
-¿Cuándo vienes? -dije.<br />
-Ven tú mañana, el día cinco llega el Presidente Aguirre.<br />
Fui. El desfile salió perfecto. Miles de niños vestidos con trajes regionales<br />
cruzaron frente a nosotros en una marcha de colores disciplinados y<br />
bril<strong>la</strong>ntes. Aguirre le agradeció a Andrés, doña Lupe fue conmigo al<br />
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