Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
mientras el aire me pegaba en <strong>la</strong> cara y me iba secando <strong>la</strong>s lágrimas que<br />
me salían a chorros.<br />
Volví como a <strong>la</strong>s once. Andrés ya se había ido, <strong>la</strong>s niñas estaban en el<br />
colegio, sólo quedaba Checo rumiando su gripa.<br />
-Mal de perrera por no ir a <strong>la</strong> escue<strong>la</strong> -le dije tirándome en <strong>la</strong> cama junto<br />
a él. Después l<strong>la</strong>mé a Ausencio, el mozo principal, y le pedí que buscara<br />
a <strong>la</strong> sirvienta que acababa de correr de su casa <strong>la</strong> señora Amed.<br />
-Dígale usted que queremos que se venga a trabajar a nuestra casa. Que<br />
ya sé de su asunto, que no se preocupe.<br />
Lucina llegó al día siguiente con su ropa en una caja de cartón. Tenía los<br />
ojos oscuros y <strong>la</strong> cara chapeada. Hab<strong>la</strong>ba poco, pero a Checo le contó<br />
desde entonces todos los cuentos que yo no me sabía, a Verania le cosió<br />
vestidos para sus muñecas y a mí me daba masajes en <strong>la</strong> espalda cuando<br />
me veía triste. Se volvió <strong>la</strong> nana de todos.<br />
El hijo que iba a tener se le salió una mañana sin mucho escándalo. Era un<br />
feto de cinco meses y estaba muerto. Lo lloró un día. Ausencio, los niños<br />
y yo <strong>la</strong> acompañamos a enterrarlo en su pueblo. Entré todos cargamos <strong>la</strong><br />
cajita de madera b<strong>la</strong>nca en que lo guardó. Recorrimos el pequeño<br />
panteón que no tenía paredes, era una siembra abierta de tumbas<br />
sencil<strong>la</strong>s. Al final, debajo de un árbol, estaba el agujero para su niño.<br />
Ausencio puso dentro <strong>la</strong> cajita y Lucina se apresuró a echarle encima un<br />
puño de tierra.<br />
-Así estuvo mejor -dijo.<br />
Verania quiso cantar ¡Oh, María, madre mía! y nosotros <strong>la</strong> secundamos.<br />
De regreso en el coche todos fuimos cal<strong>la</strong>dos hasta que Lucina nos dijo:<br />
-No estén tristes. Mi niño ya está en el cielo. Es una estrel<strong>la</strong>. ¿Verdad,<br />
señora?<br />
-Si, Lucina -dije.<br />
Desde entonces Marilú Amed distribuyó <strong>la</strong> historia de que yo le había<br />
sonsacado a su muchacha, <strong>la</strong> había obligado a un aborto y <strong>la</strong> tenía de<br />
esc<strong>la</strong>va cuidando a mis hijos. Le duró el berrinche para siempre.<br />
Unos días después salí a caminar con Checo después de comer. Lo llevé<br />
hasta <strong>la</strong> punta del cerro de Guadalupe a ver salir el primer lucero.<br />
-Oye, mamá -me dijo entonces, ¿tú crees eso de que el hijo de Lucina es<br />
una estrel<strong>la</strong> que está en el cielo?<br />
-¿Por qué me lo preguntas?<br />
-Porque Verania sí lo cree y yo sé muy bien que eso no es cierto, que el<br />
hijo de Lucina está en el hoyo.<br />
-¿En el hoyo?<br />
-Si, en el hoyo. Como ese Celestino que ayer dijo mi papá que le buscaran<br />
49