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Arrancame la vida

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o a lo mejor porque lo sabía.<br />

Total, éramos más de cincuenta para cenar. Creí que con todos ésos no se<br />

notaría <strong>la</strong> presencia de Alonso y fui tan dulce como pude con Andrés.<br />

Hasta me disculpé por haber llenado <strong>la</strong> casa de gente cuando él esperaba<br />

sólo una reunión familiar. Pasamos <strong>la</strong> tarde en <strong>la</strong> terraza, bebiendo<br />

ginebra con agua de limón mientras Alonso paseaba en <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya con<br />

Verania feliz y Checo empeñado en matar cangrejos.<br />

Andrés estuvo mucho rato cal<strong>la</strong>do y por fin dijo:<br />

-A Armillita lo cogió el toro en San Luis Potosí, a Briones en El Toreo.<br />

¿Dónde me agarrará a mí?<br />

Su voz era tan sombría que casi me apenó. Según él una pitonisa le había<br />

dicho que cuando en <strong>la</strong> misma quincena de un año cayeran dos toreros,<br />

no estaría lejos su muerte.<br />

-Pues ya te salvaste porque se acabó este año -dije riendo. Como no te<br />

mueras hoy en <strong>la</strong> noche, de aquí a que haya otra vez dos toreros cogidos<br />

en <strong>la</strong> misma quincena nos entierras a todos.<br />

-Todavía eres mi rayito de luz -contestó con una voz extraña.<br />

No supe si se estaba bur<strong>la</strong>ndo o si <strong>la</strong> ginebra se le subía más rápido que<br />

antes. De todos modos me puse nerviosa y le di un beso.<br />

CAPÍTULO XXIV<br />

El año no empezó bien para Alonso. La presencia de Andrés en Acapulco<br />

le pareció intolerable. Era lógico. A pesar de <strong>la</strong> perfecta figura y el atuendo<br />

de magazine que él tenía siempre, a pesar de su cara joven y su trato<br />

agradable, Andrés se notaba más que él. No hacia más que entrar a un<br />

cuarto o acercarse a <strong>la</strong> conversación de un grupo y todo empezaba a girar<br />

a su alrededor. Era el héroe de sus hijos, el atractivo de mis visitas, el<br />

dueño de <strong>la</strong> casa y de remate mi marido.<br />

Una tarde en que inventé ir a Pie de <strong>la</strong> Cuesta a ver meterse el sol,<br />

Quijano no quiso acompañarnos. Al regresar, Lucina nos dijo que se había<br />

ido a <strong>la</strong> filmación urgente. Luego el<strong>la</strong> misma me entregó una nota breve,<br />

diciendo: «Me voy. Supongo que entiendes <strong>la</strong> causa. Con todo, te quiero,<br />

Alonso».<br />

Durante <strong>la</strong> cena Andrés hizo más de veinte chistes sobre el «arreg<strong>la</strong>dito»<br />

que había hecho el favor de dejarnos, por fin, en familia. Sus hijos se los<br />

rieron todos, yo algunos.<br />

La primera noche me sentí culpable por Alonso, <strong>la</strong> segunda me cambié al<br />

cuarto de Andrés. Nunca tuvieron los hijos una sorpresa como <strong>la</strong> que les<br />

dimos ese fin de año mostrando una reconciliación llena de besos públicos<br />

y cortesías de novios.<br />

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