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un internado precioso en Fi<strong>la</strong>delfia.<br />
-¿A los nueve años?<br />
-Está muy contento. Es un colegio militarizado, carísimo. Tiene tres<br />
uniformes distintos y unos campos de fútbol hermosos. Le hacia falta<br />
convivir con otros niños, estaba muy pegado a mí.<br />
-¿Eso lo crees tú o Gómez Soto?<br />
-Los dos.<br />
-¡Qué bonita pareja!, tan de acuerdo en lo fundamental -dije<br />
abrazándo<strong>la</strong>.<br />
-Bueno, ¿qué quieres que haga? -me preguntó.<br />
-Quiero que no me trates como si fuera yo una pendeja. Esa historia de <strong>la</strong><br />
felicidad de tu hijo cuéntase<strong>la</strong> a Chofi, si quieres hasta te ayudo con los<br />
detalles, pero conmigo podrías llorar, ¿o no tienes ganas?<br />
-No, no tengo ganas. No por eso. A veces lloro, pero por <strong>la</strong> panza y el<br />
encierro.<br />
-Son horribles <strong>la</strong>s panzas, ¿no?<br />
-Horribles. Yo no sé quién inventó que <strong>la</strong>s mujeres somos felices y bel<strong>la</strong>s<br />
embarazadas.<br />
-Seguro fueron los hombres. Ahora, hay cada mujer que hasta pone cara<br />
de satisfacción,<br />
-¿Qué les queda?<br />
-Pues siquiera el enojo. Yo mis dos embarazos los pasé furiosa. Qué<br />
mi<strong>la</strong>gro de <strong>la</strong> <strong>vida</strong> ni qué <strong>la</strong> fregada. Hubieras visto cómo lloré y odié mi<br />
panza de seis meses de Verania cuando se llenó de nísperos el árbol del<br />
jardín y no pude subirme a bajarlos. Todos los años era <strong>la</strong> campeona, les<br />
ganaba a mis hermanos como por tres canastas, y de repente voy<br />
entrando a casa de mis papás y veo a mis hermanos trepados en el árbol<br />
concursando sin rival.<br />
-Ya ves, hija, lo que te pierdes por argüendera -dijo mi papá. De ahí<br />
empecé a llorar y todavía no acabo.<br />
-Mentirosa. Nunca te he visto llorar.<br />
-Porque no estás en mi casa a media noche, y de día no es correcto, soy<br />
<strong>la</strong> primera dama del estado.<br />
Nos habíamos ido caminando desde <strong>la</strong> puerta de <strong>la</strong> entrada por todo el<br />
jardín. Fito, Andrés y Chofi iban ade<strong>la</strong>nte de nosotros, cuando llegaron a<br />
<strong>la</strong> puerta de <strong>la</strong> casa los recibió el general y se pusieron a abrazarse y<br />
palmearse. Son chistosos los señores, como no pueden besarse ni decirse<br />
ternuritas ni sobarse <strong>la</strong>s barrigas embarazadas, entonces se dan esos<br />
abrazos llenos de ruido y carcajadas. No sé qué chiste les verán. El caso<br />
fue que dejaron a Chofi a un <strong>la</strong>do y nosotras tuvimos que interrumpir el<br />
chisme y l<strong>la</strong>mar<strong>la</strong> a nuestra conversación.<br />
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