01.11.2012 Views

Arrancame la vida

Arrancame la vida

Arrancame la vida

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

-¿De veras te quieres morir? -pregunté.<br />

-¿Cómo me voy a querer morir? No me quiero morir, pero me estoy<br />

muriendo, ¿no me ves?<br />

Esparza y Téllez, los dos médicos más famosos de <strong>la</strong> localidad, los<br />

médicos de Andrés para los catarros y <strong>la</strong>s diarreas que le daban de vez en<br />

cuando, y para todas <strong>la</strong>s enfermedades mayores que se inventaba cada<br />

tres días, entraron con <strong>la</strong> misma parsimonia de siempre y con <strong>la</strong> misma<br />

certidumbre de que saldrían del asunto como siempre, dándole al general<br />

aspirinas pintadas de un nuevo color. Estaban acostumbrados al juego. El<br />

último mes los l<strong>la</strong>mábamos cada vez que mi marido se quedaba sin<br />

quehacer o sin con quién conversar. Necesitaba tanto tener gente<br />

alrededor, oyéndolo y acatando cualquiera de sus ocurrencias, que desde<br />

que nos fuimos a México y con nosotros <strong>la</strong> mayoría de sus escuchas<br />

habituales, en Pueb<strong>la</strong> siempre acabábamos l<strong>la</strong>mando a Esparza, a Téllez,<br />

o a los dos y al juez Cabañas para que <strong>la</strong> tertulia creciera y <strong>la</strong> enfermedad<br />

terminara en partida de póker.<br />

-¿De qué se nos muere ahora, general? -preguntó Téllez y siguió con<br />

Esparza el ritual de siempre. Le oyeron el corazón, le tomaron el pulso, lo<br />

hicieron respirar y echar el aire muy despacio. Lo único distinto eran los<br />

comentarios de Andrés. Habitualmente mientras lo revisaban hacía el<br />

recuento de sus sensaciones que eran muchas y contradictorias. Le dolía<br />

ahí y ahí, y ahí donde el doctor tenía <strong>la</strong> mano en ese instante le dolía<br />

también. Esa tarde no se quejó ni una vez.<br />

-Hagan su rito cabrones -dijo, me les voy a morir de todos modos. Espero<br />

que lloren siquiera un rato, siquiera en recuerdo de todo lo que me han<br />

quitado. Espero que me lloren ustedes porque esta vieja que se dice mi<br />

señora ya está de fiesta. Nomás míren<strong>la</strong>, ya le anda por irse con quien se<br />

deje. Y se van a dejar muchos porque está entera todavía, está hasta<br />

mejor que cuando me <strong>la</strong> encontré hace ya un chingo de años. ¿Cómo<br />

cuántos Catalina? Eras una niña. Tenías <strong>la</strong>s nalgas duras, y <strong>la</strong> cabeza, ah<br />

qué cabeza tan dura <strong>la</strong> tuya. Y ésa sí no se te ha aflojado para nada. Las<br />

nalgas un poco, pero <strong>la</strong> cabeza nada. Lo bueno es que va a estar Rodolfo<br />

para vigi<strong>la</strong>r<strong>la</strong>. Mi compadre Rodolfo, tan pendejo el pobre.<br />

-Necesita descansar -dijo Téllez. ¿Tomó algún excitante? Parece que lo<br />

afectó <strong>la</strong> emoción del homenaje. Descanse, general. Le vamos a dar unas<br />

pastil<strong>la</strong>s que lo re<strong>la</strong>jen. Todo lo que tiene es cansancio, mañana será otro.<br />

-C<strong>la</strong>ro que seré otro, más tieso y más frío. También más descansado, por<br />

supuesto. Todos quieren que me muera. No se dan cuenta de <strong>la</strong> falta que<br />

hago, hacen falta los hombres como yo. Van a ver cuando se queden en<br />

165

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!