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Ahí <strong>la</strong> tuvo hasta el final, de ahí salió con una niña a exigir su parte en <strong>la</strong><br />
herencia. No le fue mal, todavía vive entre caballos, perros y<br />
antigüedades sin hacer nada útil. Hasta el yerno vive de <strong>la</strong> suerte de<br />
Cristina.<br />
A mí no me dio coraje, qué coraje me iba a dar, si toda <strong>la</strong> familia Ibarra<br />
sigue cargando con <strong>la</strong> vergüenza. Esos días hasta los disfruté. Me daba<br />
risa: que ya el general se robó a <strong>la</strong> compañera de Marta y que <strong>la</strong> mamá se<br />
está volviendo loca. Más risa me daba imaginar a <strong>la</strong> rezandera aquel<strong>la</strong><br />
sale y entre de <strong>la</strong> iglesia sin ningún resultado. Esa sí que ni tiempo tuvo de<br />
darse a respetar -decía yo, pensando en José, el parque de La Concordia<br />
y el beso de mi deshonor.<br />
De verdad en Pueb<strong>la</strong> todo pasaba en los portales. Ahí estaba parado<br />
Espinosa cuando le dieron <strong>la</strong> puña<strong>la</strong>da que lo sacó del negocio de los<br />
cines, por ahí se paseaba Magdalena Maynes con sus vestidos nuevos<br />
antes de que <strong>la</strong> desgracia se le apareciera. Porque a ésa le cambió <strong>la</strong> <strong>vida</strong><br />
de todas cuando mataron a su padre. Parece que <strong>la</strong> estoy viendo, nunca<br />
se le arrugaba un olán y <strong>la</strong> ropa le caía coma a <strong>la</strong>s maniquíes. No eran<br />
ricos, pero gastaban como si lo fueran. Nosotros los veíamos con<br />
frecuencia porque el papá tenía negocios con Andrés. Todo el mundo<br />
parecía tener negocios con Andrés.<br />
Magdalena era <strong>la</strong> consentida del licenciado. Los fines de semana se <strong>la</strong><br />
llevaban al Casino de <strong>la</strong> Selva en Cuernavaca. Una vez los encontramos.<br />
Magda llevaba un vestido de seda con flores estampadas y el pelo<br />
recogido con dos peinetas. Sorbía su limonada con un desapego casi<br />
cachondo.<br />
Estaban su padre y el<strong>la</strong> sentados en <strong>la</strong>s mesas del jardín, frente a <strong>la</strong><br />
alberca, cuando llegamos nosotros. Llevábamos a todos los niños. Al<br />
vernos el licenciado se levantó para hab<strong>la</strong>r con Andrés en un aparte, el<strong>la</strong><br />
conversó con nosotros sobre <strong>la</strong> calidez del día sin perderles detalle a los<br />
gestos de su padre que volvió pronto y se fue de inmediato con todo y <strong>la</strong><br />
hija preguntándole quién sabe qué y transformada de adolescente frívo<strong>la</strong><br />
en litigante feroz. Me pareció extraño el cambio, pero tantas cosas eran<br />
extrañas y no <strong>la</strong>s notábamos. Ya en el coche rumbo a Pueb<strong>la</strong> le pregunté<br />
a Andrés qué los había molestado y me contestó que no me metiera. Así<br />
que olvidé a los Maynes.<br />
Meses después el licenciado desapareció. Lo secuestraron una noche al<br />
cruzar los portales.<br />
Magda fue a verme a <strong>la</strong> casa. Iba linda con un traje sastre de alpaca y una<br />
blusa de seda gris.<br />
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