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Arrancame la vida

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diputado, ya no hay de ésas. Ahora hasta <strong>la</strong>s que parecían más quietas<br />

respingan. Hay que ver a <strong>la</strong> mía.<br />

Andrés me conocía tan bien que sonrió antes de dar un bocado de mole y<br />

después, con <strong>la</strong> boca llena, dijo:<br />

-Cuando digo <strong>la</strong> mía me refiero a usted, señora De Ascencio. Lo demás<br />

son anécdotas, necesarias pero no imprescindibles.<br />

-Este general tan c<strong>la</strong>ridoso -dijo el diputado Puente.<br />

Carlos puso su mano sobre mi pierna bajo <strong>la</strong> mesa.<br />

La comida fue eterna. Cuando llegaron <strong>la</strong>s tortitas de Santa C<strong>la</strong>ra y el<br />

café, sentí alivio. En un rato todo el mundo se iría a dormir <strong>la</strong> siesta.<br />

Andrés nunca quería saber de mí a esas horas, después de <strong>la</strong> segunda o<br />

tercera copa de coñac se levantaba, caminaba hasta <strong>la</strong> cocina, les daba<br />

<strong>la</strong>s gracias a <strong>la</strong>s muchachas y estuviera invitado quien estuviera él decía:<br />

-Me disculpan, por favor. Tengo un trabajo privado que me urge terminar.<br />

Luego se iba a un cuarto de atrás que se oscurecía por completo a media<br />

tarde. Ahí dormía exactamente una hora y media. Despertaba listo para el<br />

dominó, al que yo tampoco era requerida, bastaba con organizar que<br />

hubiera suficiente café, mucho brandy y una charo<strong>la</strong> con choco<strong>la</strong>tes y<br />

podía yo desaparecer tranqui<strong>la</strong>mente hasta <strong>la</strong> hora de <strong>la</strong> cena.<br />

-¿Vamos al zócalo? -le dije a Carlos.<br />

-¿En qué cuarto queda el zócalo? -contestó.<br />

Nos estábamos riendo cuando Andrés volvió de su demagógico<br />

agradecimiento a <strong>la</strong>s sirvientas y se paró atrás de mí. Puso sus manos<br />

sobre mis hombros y los oprimió.<br />

-Ustedes nos disculpan. Tenemos un trabajo urgente -dijo.<br />

-Yo quedé con los niños de ir al zócalo por un globo y a los Fuertes a trepar<br />

árboles -dije.<br />

-Eres una madre ejemp<strong>la</strong>r. Diles que los llevarás cuando empiece el<br />

dominó.<br />

-Ay mamá -dijo Verania, cómo serás.<br />

-Andrés, les prometí -dije.<br />

-Me parece bien; el prometer no empobrece.<br />

¿No has visto todo lo que yo prometo? Promételes que los llevas a <strong>la</strong>s seis.<br />

Ahorita no puedes<br />

-Aquí <strong>la</strong> esperamos, señora -dijo Carlos.<br />

-¿Nos vas a contar de tu papá? -le preguntó Checo.<br />

-De lo que quieran -les dijo.<br />

-No te tardes, ma.<br />

-No, mi <strong>vida</strong> -contesté.<br />

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