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¿Qué es una obra para usted? ¿Qué refleja? Lo que
habla de una persona es el hacer, lo que deja, lo que
pinta, lo que imprime. Cuando uno se compromete con
la obra, todo lo demás se pierde, es una abstracción total.
Es bueno no llevar los conflictos al taller, dejarlos
afuera y quedarte con tu obra. Cada obra es un auto retrato,
porque ponés la fuerza, tus altibajos. Hay que aprovechar
el momento, las buenas rachas. La mejor manera
de expresarme es a través de la obra. Por otro lado
la obra en sí misma no tiene sentido si no hay otros ojos
que la miren y puedan valorar sus colores y formas.
¿Le cuesta desprenderse de lo que hace? En general
me cuesta. No me cuesta regalarla, pero me duele
que se la lleven como una mercancía. Hay cosas que no
las volvés a repetir. En el grabado es más sencillo porque
está el taco, pero a mí tampoco me gusta repetir
siempre lo mismo. Se hace en general un tiraje, que generalmente
son diez, pero yo casi siempre hago cuatro
relacionados a un tema.
¿Estudió Bellas Artes? Hice toda la carrera en donde
ahora es el Instituto Universitario Nacional del Arte,
más conocido como IUNA. Son tres años de ciclo preparatorio.
Luego cuatro años en la escuela Prilidiano
Pueyrredón y otros tres años en la Escuela Superior
Ernesto de La Cárcova. La mayoría se quedaba con el
título habilitante de la escuela porque te permitía dar
clases en establecimientos nacionales. Yo ejercí como
profesora en arte escénico-dramático en el
Conservatorio Nacional durante 15 años. Después terminé
enseñando en terciarios y profesorados para la
enseñanza primaria.
¿Qué realizó apenas terminó sus estudios?
Después de obtener el título habilitante comencé a trabajar
en suplencias en escuelas, y en esa época era
un placer. Paralelamente en mi casa monté un taller
de grabado con una prensa, en un salón con una luminosidad
impresionante. Además, con Helios (Gagliardi),
mi marido, también empezamos a dar talleres de
pintura y dibujo con modelo vivo. Lo que tratamos de
transmitir es la idea de decir lo propio, descubrir lo propio
y pensar en la manera más adecuada para trasmitirlo.
No es fácil ser artista, creo que somos aprendices
toda la vida. Cada obra es un alumbramiento,
dar a luz algo. Empecé a trabajar fuerte después de
casarme. Terminamos la facultad, nos casamos y mi
vida artística fue en pareja. Tuve cuatro hijos seguidos,
y a eso agregale la docencia; pero nunca quise dejar
de brindarle un tiempo a mi taller. Recuerdo que los
chicos estaban con los triciclos, rompían las telas, y
no me dejaban trabajar, pero yo insistía. No eran obstáculos,
sino desafíos.
¿Dónde conoció a Helios? En la escuela superior
cuando los dos éramos profesores. Después él entró en
el Colegio Nacional de Buenos Aires. Era muy bueno,
se destacaba mucho como alumno. El vivía en Caballito
y yo en Once, y empezamos a construir la casa aquí porque
teníamos ganas de armar una familia. Eramos jóvenes,
lindos y graciosos. Sin embargo, cuando me siento
a trabajar estoy con el mismo compromiso que cuando
era chica. Para una mujer no era fácil eso, se creía que
si tenía hijos debía ocuparse de ellos tiempo completo.
Pero como yo siempre tuve vocación y compromiso marcado,
los profesores me alentaban.
En muchos de sus trabajos se observan figuras
de las culturas primitivas, ¿qué encuentra en ellas,
o qué busca reflejar? Durante mis estudios me encantaban
las materias que tenían que ver con la historia
del arte y las culturas primitivas. Recuerdo un profesor
que nos pasaba audiovisuales de pinturas rupestres,
y siempre me llamó la atención el bisonte. Después en
muchos de mis trabajos retomé esas figuras. El hombre
primitivo no pintaba por placer, sino que era por una cuestión
funcional: necesitaba comida, dibujaba y pintaba en
la pared a un bisonte, así ya lo tenía atrapado, lo atravesaba
con flechas y ya era como suyo, ya lo tenía cazado.
Hablamos de los sentidos más desarrollados, poner
el oído en la tierra y sentir su proximidad. Todo eso
nos hace entrar en esa cultura, y yo nunca lo olvidé.
¿Su infancia estuvo relacionada con el arte? Una
vez recuerdo que en la escuela primaria se hizo un concurso,
y lo primero que me gané fue una caja de pinturitas.
No había otra cosa superior para mí. A veces
se cruzan molinos en la vida, y se sigue luchando por
lo que uno quiere. Mis padres fueron maravillosos.
Eramos una familia humilde pero siempre nos criaron
con muchos valores. Mi padre era italiano, muy emprendedor
y luchador. Mi madre era una mujer encan-
I L U S T R E S C O N O C I D O S • 1 2 7