Descargar Ilustres conocidos (pdf) - Municipalidad de Morón

¿Dónde nació? En Italia, en la provincia de Pola. Me
trajeron a la Argentina a los 8 años. Cuando llegamos
nos instalamos en Parque Patricios por un tiempo y luego
nos mudamos a Liniers. Mi padre trabajaba en el Estado,
era “frentista”, se dedicaba a arreglar los deterioros
del Congreso Nacional, por ejemplo la cabeza del león
o los cascos de los gladiadores. Mi mamá siempre fue
ama de casa y tuve dos hermanas.
¿Qué significa el deporte en su vida? Para mí, el
deporte es un medio para mantener el estado físico óptimo
durante toda la vida. Yo entiendo una cosa: la vida
consiste en trabajar, estudiar y hacer deporte hasta que
uno se muera. Jamás me consideré viejo. He corrido en
bicicleta hasta los 74 años en diferentes categorías.
Si bien usted se hizo conocido por el ciclismo, dice
que nació para la natación. ¿Por qué? Mi fuerte era
la natación y me di cuenta de que todo me resultaba fácil
en esa práctica. Por eso creo haber nacido para estar
en el agua. Aprendí a nadar solo a los 8 años en los balnearios
populares de Villa Lugano, Puente La Noria, en
una época de aguas limpias, no como ahora. A mi papá
también le gustaba nadar. En Italia vivíamos a cinco cuadras
del mar. Yo siento que nací para la natación, todo
me resultaba fácil, el aprendizaje era sencillo. En aguas
abiertas me dejaba arrastrar por la corriente. Hasta nadé
con temporales. Recuerdo que una vez estuve en las playas
de Pocitos, en Uruguay, con olas gigantes.
¿Realizó el curso de guardavidas? Sí, tenía 24 años
y estudié en la Cruz Roja Argentina. Se me ocurrió hacer
el curso para perfeccionarme, pensando que iba a
superar mis conocimientos; y además me encantaba porque
tenía acceso libre al mar y a los ríos. Saqué del agua
a infinidad de personas; en aquella época la gente tenía
menos miedo, y se ahogaban entre cinco y seis personas
por día. De mi profesión recuerdo momentos terribles.
Por ejemplo, siempre había dos o tres montoncitos
de ropa en los puestos camineros y nadie los reclamaba.
En aquel entonces, la gente dejaba la ropa en
la orilla y se tiraba al río. Ya cuando tenía 15 años me
preguntaba por qué encontraban los cuerpos de los ahogados
quince o veinte días después semi carcomidos por
los peces.
Y ahora, ¿sabe la respuesta? Sí. Yo me sumergía y
buceaba en el fondo. Descubrí que el piso no era liso,
sino que había arenas movedizas. El ahogado bajaba al
fondo y se quedaba acostado allí. Según la temperatura
del agua, se desprendía del suelo y subía a los hombres
boca abajo y a las mujeres boca arriba. Entonces
un día me zambullí y me dejé hundir suavemente en las
arenas movedizas hasta la cintura. Y ahí caí en la cuenta
de que la gente que no sabía nadar quedaba atrapada
en las arenas.
¿En qué balnearios cumplió funciones? Estuve de
guardavidas en los balnearios municipales de Vicente
López, San Isidro, Núñez y Tigre. Yo sacaba a la gente y
el médico los revisaba.
También trabajé en la pileta olímpica de Ezeiza, que tenía
una superficie de 70 m x 100 m. Era el único guardavidas
para cumplir las funciones de cuatro nadadores.
¿Qué métodos utilizaba para sacar a la gente del
agua? Si una persona era muy pesada y se estaba ahogando
esperaba a que estuviera semi desvanecida, porque
en ese momento no le quedaba ni un solo gramo de
fuerza. El ahogado primero se desmaya, y si aplicás la
respiración artificial lo recuperás. Así, simplemente lo
tomaba de las axilas y lo sacaba. El otro método es participando,
es decir, me abrazo al ahogado y me hundo
con él. La persona trata de soltarse, pero la abrazo más
fuerte y luego la saco. Yo conozco estas maneras porque
he salvado a más de 500 personas, y hasta he sacado
dos personas a la vez. Otra condición que nos imponían
era preguntarle a la persona que salvábamos
dónde vivía, cómo se llamaba, y otros datos personales.
A mí me parecía algo doloroso, encima que a veces
estaba al borde de la muerte, había que molestarlo con
todo eso. Yo me tomaba ciertas atribuciones y no se los
preguntaba. Después me las tenía que ver con mi jefe.
¿El ciclismo llegó después? En mi juventud aprendí
a andar solo, pero a mi modo. Cuando me casé hice la
mudanza de los muebles en bicicleta. Estaba viviendo
en Villa Luro, y nos trasladamos a Liniers. Un día fui
con el colchón al hombro, con una mano en el tranvía
y pedaleando, y la otra en el manubrio de la
bicicleta. Después llevé el elástico y el respaldo
de la cama. Hasta que en una oportunidad varios amigos
me dijeron: “Tenés muchas condiciones para el ci-
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