Descargar Ilustres conocidos (pdf) - Municipalidad de Morón

¿Usted tiene nacionalidad francesa? No, a pesar
de haber nacido en Pau, una ciudad cercana a París, mis
padres no me quisieron anotar porque eran extranjeros.
Ellos se conocieron en Mar del Plata y después viajaron
a Europa, donde nací el 18 de abril de 1920. Mi papá
era español y mi mamá francesa, pero al casarse perdió
la nacionalidad. Cuando volvimos a vivir a Buenos Aires,
a Cerrito y Arenales, me anotaron.
Hice la primaria en el colegio Castelli, y la secundaria en
el Sarmiento. Tuve grandes maestros.
¿En su familia hubo algún antepasado artista? Fui
autodidacta. Desde muy chico me gustó la pintura, a tal
punto que una de las habitaciones de mi casa paterna
era de madera terciada, y yo dibujaba sobre ella. Además
siempre estaba abierto a recibir consejos. Aprendí
de los más grandes pintores de La Boca, recuerdo que
siempre nos reuníamos en alguna comida o exposición,
y resultaban experiencias extraordinarias. En esas épocas,
por ejemplo, salía a pintar con mi amigo también
pintor Marcos Tiglio, que con sus enseñanzas e indicaciones
me hizo progresar muchísimo.
Luego empecé a pintar con otro alumno de Tiglio,
Roque Menaglio, quien había nacido en las antiguas
casas de La Boca. Ibamos a la Isla Maciel y por 5 centavos
cruzábamos en bote hasta una casa en la que vivían
dos pintores mayores. Desde el primer piso se
podía ver el riachuelo, una gran fuente de inspiración.
¿Cómo conoció a Roque Menaglio? Me acerqué a él
porque un día me invitaron a su athelier, que quedaba
junto al de Miguel Angel Victorica. Entré y estaban
todos sus cuadros arriba de la mesa. Tenía las persianas
comidas por el tiempo, y había hecho un cuadro gigante
que era la vista del riachuelo a través de esas mirillas.
Me quedé impresionado con ese cuadro.
¿Cómo definiría su obra? Es arte constructivo. Trabajo
con el compás armónico. El cuerpo humano tiene
una medida en armonía, que se mide con ese compás.
En otras palabras: tenemos una proporción armónica.
Seguramente habrá participado en varios salones
y tiene varios premios. Sí, en muchos. En el oeste
gané hace años el de Luján y Moreno, donde ahora
abrieron un museo que tiene dos cuadros míos. En 1948
comencé a participar en exposiciones colectivas e individuales.
Obtuve el segundo premio de la Asociación
Gente de Arte de Avellaneda (1951), la mención honorífica
del tercer Salón Nacional de Estudiantes de Bellas
Artes (1953), el premio estímulo del Sexto Salón Nacional
de Estudiantes de Bellas Artes (1954), y la mención
de honor del XIV Salón de pintura de Lanús (1983).
¿Nunca se le ocurrió estudiar pintura? Mientras estaba
estudiando en el colegio Sarmiento se organizó una
exposición mundial de arte en París. Desde el colegio me
incentivaron para hacer una muestra y mandarla a concursar.
Gané el concurso y mi profesor, que en ese entonces
era Roberto Rossi, llamó a mi padre y le dijo que
yo tenía condiciones para la Escuela de Bellas Artes. Pero
papá le contestó que no quería tener un hijo bohemio, y
no aceptó. También ingresé a la carrera de abogacía en la
UBA, la cual no finalicé, y cursé durante dos años el profesorado
de dibujo, en la escuela José Manuel Estrada,
con el pintor y dibujante Juan Hohmann.
¿Mientras tanto trabajaba? Sí. A los 18 años empecé
a trabajar en cosas totalmente diferentes: estuve en el
Banco Francés, y luego fui inspector del Jockey Club en
el Hipódromo de Palermo. En el Jockey controlaba los ingresos
al lugar, y en el banco era tesorero. Cuando la
institución fue comprada por capitales norteamericanos
revisaron el currículum de todos los empleados,
y descubrieron que en treinta años
nunca había tenido una diferencia de caja. Entonces,
en reconocimiento, me crearon una oficina especial
para mí.
¿Qué recuerda de las personas que usted considera
sus maestros en la pintura? El que era muy exigente
pero muy buena persona era Osmar, quien era el
ilustrador del diario “La Prensa”. Después de las clases
íbamos a tomar un café. Lo conocí porque Osmar era muy
amigo de un tío mío. Me llevaba al zoológico a dibujar
animales. Una vez estaba pintando un ciervo pero se
movía mucho y le digo: no puedo seguir pintando. Me contestó
que no me preocupara, que los animales siempre
vuelven a la primera posición.
¿Cómo conoció a su esposa? Porque era socio de
Gimnasia y Esgrima en Palermo. Había un gran salón
con sillones de terciopelo donde se sentaban las ma-
I L U S T R E S C O N O C I D O S • 7 1