Descargar Ilustres conocidos (pdf) - Municipalidad de Morón

¿Cómo fueron sus inicios en la pintura? Con mi familia
vivíamos en Los Toldos, hasta que a los 10 años vinimos
para Buenos Aires. Terminé la primaria y desde chico
ya tenía facilidad para el dibujo y la pintura, pero también
me interesaba la medicina. Después me orienté por
las Bellas Artes. Asistí a la escuela Manuel Belgrano y la
Prilidiano Pueyrredón, época en que conocí a un pintor muy
importante y maestro excepcional, Alfredo Di Ferrari.
Empecé el taller con él, y cuando terminé me marqué como
objetivo vivir de la pintura, algo que no resultó por lo estrecho
del mercado argentino. Con el título de profesor
de dibujo me presenté a concurso en el Nacional Buenos
Aires y obtuve la primera de cuatro cátedras. Descubrí mi
vocación para la enseñanza, pero nunca dejé de pintar.
¿En la actualidad sigue enseñando? Sí. Me gusta
la enseñanza porque complementa la actividad artística,
pero siempre sostengo que no debe ser muy intensa para
no quitar tiempo al desarrollo de la propia obra. Tengo
la cátedra de dibujo con modelo vivo, y mis alumnos más
adelantados exponen regularmente en ACIM (Asociación
Comercial e Industrial de Morón). Además, soy presidente
de la Asociación Moronense de Artistas Plásticos
(AMAP).
¿Cuál es su técnica preferida? Hago mucho grabado
en madera y xilografía, técnica de impresión anterior a
la imprenta de Gutenberg basada en una plancha de
madera cortada a fibra, en la que se talla la obra a mano
con un cincel o buril. Eso se impregna con tinta, y al fijarlo
contra un soporte se obtiene la impresión del relieve.
La madera funciona como un sello, e incluso es posible
obtener muchas copias.
En muchos de sus trabajos aparecen indios. ¿A qué
se debe esta particularidad? En Los Toldos, donde me
crié, está el campo de la tribu de los indios coliqueos.
Desde chico siempre me impresionaron algunos de sus
comportamientos, como los rituales por el fallecimiento
de un cacique o el desfile que hacían los indios desde el
campo hasta el pueblo. Eran sucesos muy misteriosos,
simbólicos y cargados de contenido. Por eso muchos de
mis trabajos están referidos a los indios pampas. Después,
durante muchos años y ya viviendo en Buenos Aires, seguí
viajando a Los Toldos, donde tenía contacto con los
descendientes de aquellos pobladores. Voy a regresar próximamente
al lugar, porque están por inaugurar un centro
cívico y cultural al que me invitaron para una muestra
retrospectiva.
¿Qué otros tópicos utiliza? Hay mucho de pintura figurativa
y abstracta. En general se denomina expresionismo.
También dibujo mucho, con influencia de indígenas
y mapuches, gente del norte muy expresiva.
¿Y su método? Nunca llego a estar conforme con las
pinturas. Siempre sostengo que un cuadro, hecho
en un momento feliz, sale más rápido y mejor. En
cambio, las exposiciones son compromisos que nos obligan
a terminar la obra, a no perder tiempo. Hay tantas
exposiciones, que si uno no se toma el tiempo para pensar,
para reflexionar, la obra no llega.
Tuvo la oportunidad de realizar viajes a Europa
para exponer y estudiar. ¿Qué destaca de esas experiencias?
Europa es un deslumbramiento para los
que estamos en el arte, porque todo lo que uno vio en
los libros, de golpe aparece frente a sus ojos. La obra
de Van Gogh, y el lugar en donde está enterrado, es una
especie de peregrinación para los pintores. Impresiona
conocer los lugares donde pintó sus últimas obras, conocer
las grandes catedrales, ver de cerca el arte moderno,
las creaciones de Picasso... En una oportunidad,
viajando por Europa llegamos a Roma con un compañero
de Bellas Artes, escenógrafo del teatro Colón. Después
de estudiar la pintura renacentista, nos interesamos mucho
por la pintura primitiva italiana. Entonces nos recomendaron
visitar un lugar al norte de Roma, donde había
mucha pintura primitiva de los siglos XI y XII. Allí
nos encontramos con un antiguo monasterio benedictino,
fundado en la época del desarme del imperio romano,
y donde guardaron las enseñanzas, las escrituras
y los códices de la época antigua. Fue muy gracioso,
porque mientras estábamos dibujando y copiando las
pinturas se acercó un monje a hablarnos, y cuando supo
que éramos argentinos nos dijo que la orden acababa de
fundar un monasterio en Argentina, en un lugar poblado
por indios salvajes.
¿El lugar donde vivía usted? Exacto. Ahí le conté mi
experiencia en Los Toldos, y le aclaré que no debía hablar
así de esa gente: “nuestros indios ya no son salvajes,
más salvajes son los blancos que los rodean”. En la
década del 70, a la vuelta de ese viaje volví a mi lugar
I L U S T R E S C O N O C I D O S • 6 5