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¿Cuándo nació su interés por la escritura y la literatura?
Desde muy chico tuve interés por la lectura.
Leía todos los libros que estaban al alcance de mi mano.
Lo que más me gustaba era la poesía, que podía encontrar
en los suplementos literarios de La Nación y La
Prensa. Cuando empezaba el año escolar, recuerdo, el libro
de lectura lo leía de cabo a rabo. Empecé a escribir
tempranamente: en 1944 publiqué mi primer poema en
la revista del Círculo de Escritores Nóveles Argentinos,
y en 1951 mi primer libro. Obtuve varias distinciones
por mis obras, entre otros, el premio internacional de la
Organización de los Estados Americanos (OEA) y la
Consagración en Letras de la Provincia de Buenos Aires.
¿De qué manera comenzó su carrera de periodista?
Empecé trabajando en el diario Democracia, y después
seguí haciendo notas para otros periódicos del Interior.
Fue muy curioso cómo entré en ese diario: en ese entonces
uno iba a las redacciones y dejaba su libro en la
portería, esperando y confiando que publicaran algún comentario.
Así me ocurrió. El crítico era José Gobello,
y me ofreció colaborar en el suplemento cultural. Yo tenía
23 años y era bancario. Recuerdo, después, mis trabajos
en Noticias Gráficas, Mayoría, Servicio Informativo
Continental y Crónica.
Usted fue el primer director de la Escuela Superior
de Periodismo del Instituto Nuestra Señora del
Buen Viaje, de Morón. ¿Cómo fue la experiencia?
Yo llego ahí de la mano de monseñor Roque Puyelli,
que fue uno de los que ideó la Escuela de Periodismo
junto a Virginia Gamba, Catita, la directora del Instituto
Parroquial. Me contagió su entusiasmo y me ofreció la
dirección. En esa época no había muchas escuelas de
periodismo similares. Me atrajo mucho la idea de instalar
una carrera de periodismo en la zona, acepté y ocupé
el cargo durante diez años.
¿Qué otras actividades realizó en el distrito? La primera
vinculación que tuve con el distrito antes de la
Escuela fue mi participación en la Junta de Estudios
Históricos, en 1969. Recuerdo que nos reuníamos en un
café en la calle Rivadavia, y cuando me nombraron miembro
brindé una charla de ingreso en la que hablé sobre
El Palomar, mi localidad de residencia.
¿Tiene escritores y poetas a los que considere sus
maestros? Pertenezco a una generación que se eslabonó
con generaciones anteriores. He conocido a escritores
de toda laya. ¿Maestros?: “todos aquellos que en
el mundo han sido”. No olvido, sin embargo, a
(Baldomero) Fernández Moreno, (Horacio) Rega
Molina, (Leopoldo) Marechal y mi maestro de quinto
grado, Carlos Alberto Cazzaniga.
¿Qué es la poesía para usted? Hoy en día la poesía
va por otros caminos, pero para mí tiene dos funciones.
En primer lugar, el poeta debe ser una persona solidaria;
eso le permite ver al prójimo y el mundo que lo rodea
y puede dar testimonio de su época, que, creo, es
la función que deben cumplir los poetas. Y en segundo
lugar, el poeta es una persona solitaria, porque desde su
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