Descargar Ilustres conocidos (pdf) - Municipalidad de Morón

¿Cuál es el origen de su nombre? Etruzco-italiano.
Quiere decir rey díscolo y cruel, pero yo no soy ni rey ni
desobediente, y mucho menos cruel. Nací el 30 de mayo
de 1925 en un pueblito muy chiquito que se llama Irigoyen,
ubicado en la provincia de Santa fe. No contaba con vías
del ferrocarril, ni caminos asfaltados. Papá era una especie
de hombre orquesta, hacía varias cosas para mantenerse.
Y mamá era ama de casa, pero se quejaba porque
no la habían hecho estudiar de joven. Hice el bachillerato
en Santa Fe, en el colegio Simón de Iriondo.
Con un grupo de amigos conformábamos el centro de estudiantes,
que tenía una sede importante a través de la
cual manejábamos el teatro y las conferencias que se
daban en el pueblo. Una vez logramos que el Jockey Club
le pagara a Nicolás Guillén, quien brindó conferencias
y después se quedó con nosotros dos semanas. Teníamos
entre 14 y 16 años, y nos importaban los libros y la cultura.
¿En qué estudios se especializó? Cuando terminé
la secundaria comencé la carrera de Letras, primero en
un instituto de Paraná, y después en un profesorado de
Buenos Aires. También estudié fotografía en el Fotoclub
Santa Fe, donde asistían profesionales que hacían el oficio
de una manera muy desinteresada. Llegó un momento
en que no tenía qué más hacer en mi provincia, y viajé
a Buenos Aires con el título de profesor de letras.
Pretendía entrar de reflectorista en un teatro, pero me
dijeron que ese trabajo no era para mí, que iba a tener
que cargar luces de 50 kilos. Entonces vine en 1951
después del servicio militar. Ahí conocí a Juan L. Ortiz,
el poeta más grande del país, a quien tuve la suerte de
fotografiar.
Y después llegó al mundo del cine… Sí. Cuando aparecí
en Buenos Aires a los 24 años, no encontraba trabajo.
Tiempo atrás había conocido a Fernando Birri,
quien se había ido al Centro Experimental de
Cinematografía (Cine Cittá), en Italia, y decidí recurrir a
él, que estaba exiliado por su compromiso social y político.
No manejaba bien el italiano, pero me las arreglé
bastante bien. Comencé a enseñar español y literatura
en un instituto de sobrevivientes del peronismo. Luego
fui para el Centro, donde rendí el examen de ingreso, que
era muy riguroso. Había una mesa llena de profesores
que te evaluaban, y el último me preguntó cómo hacía
el fotógrafo mejicano Gabriel Figueroa para lograr
los contrastes en blanco y negro. Expliqué que él iluminaba
el blanco y negro con faroles de color, ponía azules,
amarillos y verdes. Pero filmaba en blanco y negro
para dar contraste y resaltar el brillo. Así fue como entré
al Centro Experimental.
¿Cómo fueron las cosas en Italia? Viví experiencias
maravillosas, conocí mucha gente porque cada equipo
de producción de films era muy numeroso. También hice
pequeños cortos, y trabajé como director de fotografía.
Como tenía acceso a muchas películas en el Centro, hice
fotos fijas para la difusión de cine en el mundo. Tuve el
privilegio de vincularme con los más grandes directores
del cine italiano haciendo las previas. Ellos tenían una
metodología: no importaba el prestigio que tuviera el actor,
simplemente elaboraban la fotografía fija desde las
7 de la mañana hasta las 11 de la noche. El gran director
italiano Luchino Visconti decía que cuando el actor
se cansaba, se hartaba o se aburría, era cuando se
encontraba en su mejor momento. Visconti me hacía
realizar las impresiones 50 x 60, que colgaba de un tablero
frente a su cama. Las observaba de noche, las analizaba,
y al día siguiente tenía ideas maravillosas.
¿Allí conoció a su mujer? Efectivamente. A Guillermina
Garmendia –quien también es ciudadana ilustre–
la conocí en la puerta del Instituto italo-argentino
en Roma. Recuerdo que en ese momento tenía una rama
de laurel en la mano, y los profesores le habían hecho
un gran homenaje por haberse sacado un 10 en su tesis
de filosofía. Estaba esperando que alguien le abriera la
puerta porque se había olvidado las llaves, y justo llegué
yo.
¿Y el regreso? En 1958 nos volvimos a Buenos Aires
en barco, pero un año antes me fui a París con
Guillermina, que estaba embarazada, y en Francia nació
mi hija Alcira. Como foto reportero hice una muestra
del viaje –que después se expuso en todo el país y
en Italia–, y a raíz de eso nos pasaron a primera clase.
Lástima que después debimos volver a segunda,
porque había que empilcharse para ir a comer, y
no teníamos ropa.
Nos instalamos en Buenos Aires, pero viajaba regularmente
a Santa Fe para encargarme de la dirección técnica
del Instituto de Cinematografía de la Universidad
I L U S T R E S C O N O C I D O S • 3 5