Descargar Ilustres conocidos (pdf) - Municipalidad de Morón

¿Cuándo nació su gusto por la música? Es algo que
siempre estuvo presente en mi familia. Mi padre era pianista
vocacional, y mi hermana y mi madre también tocaban
el piano. Mi abuelo tocaba el violín. En mi casa
todos cantaban en coros, y eso influyó para que empezara
a cantar a los 5 años en el coro de la escuela. Fue
muy fuerte, a tal punto que nunca abandoné la actividad
coral en toda mi carrera. Empecé a estudiar en el
Conservatorio de Morón a los 8 años, y después hice
cinco años de piano.
Suena extraña la combinación con la arquitectura.
Lo que pasa es que esa fue una decisión tomada desde
mi juventud. Primero ejercí la profesión diez años en empresas,
y después en forma particular. Ocurrió que las
oportunidades de progreso básicamente se dieron más
en el ámbito de la música que en el de la arquitectura,
y en un momento, de un día para otro, me encontré al
frente de dos coros. Asumí una dirección para lo cual yo
había estudiado en el conservatorio y con maestros particulares,
pero no una carrera tradicional ni una carrera
universitaria continuada.
Y completó esa preparación con la Licenciatura
en Música. Ya estaba casado y tenía a mis hijos chiquitos.
El cursar la licenciatura fue la demostración de
que quería dedicarme seriamente a la música. El hecho
de volver a hacer una carrera universitaria fue de toda
la familia, pero el click vino en 1992 cuando viajé con el
Coro de Cámara del Municipio de Morón por primera vez
a Europa. Participamos de dos certámenes. Hicimos
una gira de conciertos y ganamos todos los primeros premios
en el concurso internacional de Atenas. Cuando
volví me pregunté realmente qué era lo mío. La arquitectura
en ese momento estaba bastante mal desde
el punto de vista laboral. Tenía trabajo, pero en la música
eran todos logros. Entonces dije: “voy a seguir esto
seriamente”. También estaba dirigiendo el coro de la
Universidad de Morón, y en ese momento las autoridades
me apoyaron para que hiciera esa carrera. Como en
Morón no la brindaban, me becaron para que estudiara
en la Universidad Católica Argentina. El título confirmó
una vocación que venía desde los 5 años.
¿De qué manera llega a dirigir el Coro de Cámara
del Municipio? El coro de Morón se crea en 1968. Su
primer director fue Jorge Fernández Zeballos, quien
lo dirigió hasta su fallecimiento en 1987. En 1968 surge
la Banda Sinfónica del Municipio a partir de un concurso
que también lo gana Fernández Zeballos. Yo canté con
él desde los 14 años en el coro Lorenzo Perozzi de
Ituzaingó. En un momento me ofrece ingresar al coro de
cámara, yo tendría 16 años, y ahí arranqué. Era un coro
de cuatro a seis integrantes por cuerda (cuatro cuerdas),
de gente joven, amateur y con conocimientos de
música. Es decir, siempre fue un coro que para entrar
tenía restricciones, pero mantenía su perfil amateur,
por lo que sus integrantes van y vienen. Yo empecé como
cantante, después fuí su asistente, y luego subdirector.
Cuando falleció Fernández Zeballos me nombraron a
cargo de la agrupación, que el año pasado cumplió 40
años.
¿Qué significa técnicamente Coro de Cámara? La
nomenclatura viene históricamente de la antigua música
de cámara. Una música de la época medieval, sobre todo
renacentista. Se lo llama así debido a que era la música
ejecutada en la cámara del rey, una celebración privada
en un lugar chico para ser una sala de concierto. Sólo
estaba la Corte, y eran conciertos privados, por eso
todo lo relativo a “Cámara” significa poca cantidad de
instrumentistas o músicos. Un coro polifónico estable
como el de la Universidad de Morón tiene la posibilidad
de tener entre 35 y 40 voces. En un coro de cámara el límite
son siete, ocho personas por cuerda. Es decir 32
personas. Pero por lo general son de cuatro o cinco personas
por cuerda.
¿Qué instantes recuerda de viajes y presentaciones?
Hay muchos. Lo que recordamos con mucho cariño
es el viaje que hicimos en 1999 con el Coro de Cámara
a partir de la invitación de una asociación francesa para
realizar una gira por Normandía. Fueron nueve conciertos
en 11 días. Todos los días nos llevaban a una ciudad
distinta de la zona, y fue la primera vez que nos
sentimos profesionales, por cómo nos atendían como
músicos. La organización no sólo nos pagaba los gastos,
sino honorarios por todos los conciertos. Uno llegaba
y nos consultaban cómo armar el lugar, qué luces
se debían usar. Armaban nuestros camarines y nos proveían
del catering. ¡A nosotros, que estábamos siempre
acostumbrados a hacernos todo! Fue una gira de presentaciones
maravillosas. Para la última fecha, que era
en Marsella, teníamos que viajar a París en micro y desde
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