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Vida y obra. Médico recibido en la Universidad
de Buenos Aires en 1959, obtuvo la especialización
en urología otorgada por la Secretaría de Salud
Pública de la Nación en 1969. También posee el título
de especialista consultor otorgado por la Sociedad
Argentina de Urología.
Se desarrolló en el campo de la docencia: fue el encargado
de la cátedra de Urología en la Facultad de
Medicina de la Universidad de Buenos Aires, UBA
(1969-1998), y de la cátedra Anatomía I de la Universidad
de Morón (1999-2000). Además participó en
diferentes entidades científicas, como la Sociedad
de Urología y Nefrología de la Provincia de Buenos
Aires, la Sociedad Argentina de Urología, la Sociedad
Internacional de Urología y la Confederación
Americana de Urología.
Al trabajo realizado en el Castex mencionado en esta
nota se le agrega su tarea en el hospital de agudos
Carlos Bocalandro, en este caso como director asociado
y coordinador del servicio de Urología.
¿Dónde nació? En Rafaela, Santa Fe. Hice la escuela
primaria y secundaria en esa provincia y después me
vine a Buenos Aires a estudiar medicina. Llegó un momento
en que debía abandonar los estudios por falta de
fondos, y a mi hermana se le ocurrió mandar una carta
a la fundación Eva Perón planteando mis necesidades
económicas. Así es que comencé a trabajar en el hospital
Eva Perón de San Martín como auxiliar técnico de
laboratorio. Esto me permitió costearme la carrera.
Cuando me recibí, en 1959, ya pensaba en especializarme
en urología. Entonces quedé como médico de
ese servicio, hasta que con el tiempo pasé a ser jefe. En
el hospital, hoy conocido como Castex, estuve 42 años
y medio. Fue como mi segundo hogar.
¿Qué aprendió después de tantos años en el mundo
hospitalario? Fue una facultad de la calle. Comprendí
muchas cosas básicas que en la teoría no se ven: el
paciente no es un número, es una persona de carne
y hueso con sentimientos. Parece algo básico y obvio,
pero con el paso de los días y los enfermos, esto se
hace rutinario y uno no se pone a analizar esa cuestión.
Además del problema de su enfermedad, los individuos
vienen cargados de conflictos. Si no sienten que son tratados
como personas, entonces le agregamos un conflicto
más a los que ya tienen. En mi especialidad, la urología,
se trata con gente mayor que sufre problemas de
próstata. Hay que charlar con ellos: la mejor medicación
para esa gente es entenderla, consolarla y saber
llevarla, porque su fuerza para seguir luchando y hacer
el tratamiento es imprescindible.
¿Nunca se replanteó volver a su pueblo natal? La
verdad es que no, porque al llegar mi familia a Buenos
Aires, la vida y las costumbres cambiaron. Mi hermano
vino a estudiar medicina, es cirujano general. Por otro lado,
después empecé a hacer mi propio círculo de amistades:
mientras estaba en la universidad conocí a mi futura mujer,
y me relacioné con amigos y colegas. Mientras cursaba
la carrera, las últimas materias las estudié con la ayuda
de un médico de Hurlingham que después me hizo venir a
Villa Tesei, donde empecé a trabajar como médico clínico
en el barrio. En ese momento las únicas calles asfaltadas
eran Vergara y Pedro Díaz, lo demás era todo barro.
Volviendo a su llegada a la ciudad, ¿qué hicieron
sus padres cuando se instalaron en Buenos Aires?
Mi mamá era farmacéutica y profesora de química. Se
recibió en la década del 20 cuando en la farmacia se vendían
sanguijuelas que servían a los hipertensos para que
les succionara la sangre y les bajara la presión; hecho
completamente contraindicado, porque cuanto más sangre
se saca más aumenta la presión. Ese negocio era
totalmente distinto al actual, porque la medicación se
preparaba artesanalmente, eran todos yuyos. La farmacia
era un arte, ahora todo viene hecho del laboratorio.
En cuanto a mi papá, hacía caminos de tierra. Se pasaba
más de cinco meses metido en un campo, cuando
no existía la tecnología que hay en el presente.
Otro de los aspectos de su vida profesional fue haber
participado en actividades sociales. Sí, sobre
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