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Vida y obra. Justo Laguna nació en la actual
Ciudad de Buenos Aires el 25 de septiembre de
1929, y recibió la orden sacerdotal a los 25 años. En
San Isidro fue párroco de la catedral por nueve años,
director espiritual del seminario diocesano y rector
de dicho seminario por dos décadas. También se desempeñó
como fiscal eclesiástico, canciller en 1961
y bicario general de 1962 a 1980. En 1975 el papa
Pablo VI lo eligió obispo, y el 8 de marzo de ese
año recibió su ordenación episcopal. Por cinco años
se desempeñó como obispo auxiliar de San Isidro.
En 1980 el papa Juan Pablo II lo nombró obispo de
Morón, lugar que ocupó hasta el 2005.
Fue Hombre del Año para el diario Tiempo Argentino
(1982). Entre otras menciones recibió el Premio a la
Defensa de los Derechos Humanos y al Sistema
Democrático del Colegio de Abogados de Morón
(1988); el Doctorado Honoris Causa de la Universidad
de Morón (1990); el premio B’ Nai B’ Rith en Derechos
Humanos; el Conciliario de Honor de la Universidad
de Salta; y el galardón de Visitante Ilustre y Huésped
de Honor de las universidades nacionales de Tucumán
y del Litoral (1999).
¿Cuándo sintió que debía dedicar su vida al servicio
religioso? La vocación me vino súbitamente.
Cuando era adolescente, un día fui a la iglesia de
Balvanera a confesarme, y a partir de ese instante nunca
más dejé de comulgar. En esa institución me bautizaron,
tomé la primera comunión, se casaron mis padres,
y ofrecí mi primera misa. En la época en que comencé
el Seminario ya había terminado la escuela secundaria,
y cursé un año libre para aprovechar más el tiempo y
leer todo lo posible. Iba a la Biblioteca Nacional todas
las mañanas, almorzaba en mi casa, y después volvía a
la tarde. Primero quise ser jesuita, pero después no me
animé. Terminé haciendo el seminario de la Iglesia
Católica en Villa Devoto. Recuerdo que leía el diario en
casa, porque al seminario no nos dejaban llevar material
de lectura. Bueno, lo hice una sola vez: cuando un
amigo me pidió una revista Patoruzú, y se la compré.
¿Su familia era muy religiosa? No, en el ámbito familiar
la única que iba a misa era una de mis hermanas.
Cuando decidí ser sacerdote mis padres al principio no
estaban muy felices, pero siempre me acompañaron. Mi
papá era de La Rioja, España, y mi mamá, gallega. Tengo
dos hermanas; una de ellas, cuando se casó fue a vivir
a Mar del Plata. Primero mis padres la visitaban, hasta
que con el tiempo también se mudaron allá. Yo conocí
Mar del Plata recién cuando tenía 20 años.
¿Cómo siguió su carrera al terminar el seminario?
En 1954, luego de mi ordenación sacerdotal, visité
Europa. Estuve 15 días embarcado hasta que llegamos
a un puerto de España, Comillas, que contaba sólo con
500 habitantes. En el viaje me enfermé, tuve el mal de
mares, sufrí de mucho frío. No podía levantarme de la
cama, ni dar misa. Tiempo más tarde asistí a la
Universidad de Salamanca, un pueblo que tenía una
población más extensa, como de 100.000 personas, donde
completé mi formación teológica. También conocí París,
Roma, Florencia y Venecia. Un año más tarde, en octubre
de 1955, volví a Buenos Aires. Igualmente, en la actualidad
trato de viajar todos los meses de enero.
¿Qué cargos desempeñó cuando regresó al país?
En medio de la Revolución Libertadora, que derrocó el
gobierno constitucional del general (Juan) Perón, mi
papá me dijo que volviera. Yo no quería, pero le hice caso.
Allá estaba preparando una tesis sobre la libertad en la
Iglesia, pero no la presenté nunca porque cuando llegué
a Argentina me mandaron a la Capilla del Carmen,
en Capital Federal. Al año siguiente mi destino fue el
Ateneo de la Juventud, ubicado frente a mi casa en
Balvanera. Luego fui capellán de la parroquia Nuestra
Señora de La Merced, donde tenía un dormitorio propio.
También me desempeñé como párroco de la catedral
de San Isidro: por veinte años fui director espiritual
del seminario diocesano y rector de dicho seminario.
Durante esa época me sentí un hombre muy feliz, porque
me encantaba el trato con los seminaristas.
En los años de la última dictadura militar estuvo
en San Isidro y Morón. Sí. Durante cinco años fui obispo
auxiliar de San Isidro, hasta que en 1980 el papa Juan
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