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<strong>La</strong> <strong>voz</strong> <strong>ascendente</strong> - nº <strong>53</strong> Espéculo julio-diciembre <strong>2014</strong><br />

En los primeros días de la revolución del 25 de enero en Egipto, hablé con Sahar Talaat<br />

—una de las editoras de este número—, periodista e investigadora del papel de las<br />

nuevas tecnologías en el mundo árabe, para intentar comprender el alcance de la<br />

revuelta. Unos meses antes yo había estado en El Cairo y había regresado con una<br />

profunda impresión de los jóvenes con los que me había encontrado en la universidad,<br />

de su talante y deseo de ir más allá de lo que se les ofrecía. Los abismales contrastes<br />

sociales que se encontraban en aquella sociedad saltaban a la vista. <strong>La</strong> respuesta que<br />

Sahar Talaat me dio entonces fue: "—Si se encuentran los jóvenes internautas con los<br />

más miserables de esta sociedad, esto estallará." Y así sucedió.<br />

En los días en que la Plaza Tahrir era escenario de las luchas para desalojar del poder a<br />

Hosni Mubarak, una alumna mía de la Universidad de El Cairo me confesó que<br />

engañaba a su familia diciéndoles que iba a trabajar; en el trabajo mentía igualmente<br />

diciendo que tenía problemas familiares. En realidad iba a atender a las personas heridas<br />

que había en la plaza aquellos días tan intensos. Una noche me envió un correo<br />

contándome lo siguiente: había estado atendiendo las heridas de un hombre muy pobre,<br />

casi un mendigo. Este le había dicho: "—Estamos aquí por vosotros, los jóvenes;<br />

nosotros ya no esperamos nada, pero vosotros sois el futuro". Para mí, la imagen de<br />

aquella joven universitaria y de aquel hombre herido en la plaza representó mentalmente<br />

el sentido de las "primaveras".<br />

Y ese sentido de unidad y responsabilidad de unos y otros es lo que inicialmente marcó<br />

aquellos movimientos sociales. <strong>La</strong>s multitudes que no tenían nada que esperar para ellos<br />

pedían el futuro para los que llegaban detrás, para una juventud más abierta al mundo,<br />

con acceso a las tecnologías de las comunicaciones y un mayor conocimiento del<br />

mundo que las anteriores, que habían sufrido los bloqueos de la ignorancia y de la<br />

censura de los medios y la cultura.<br />

Los países árabes contaban con una juventud, preparada como nunca la habían tenido<br />

antes, que reclamaba protagonismo y manifestaba su deseo de libertad frente a los<br />

gobiernos autoritarios y la represión con las que se silenciaban las protestas y<br />

demandas. Son las muertes de dos jóvenes, una por un acto de desesperación ante las<br />

humillaciones recibidas (Túnez) y la otra por torturas (Egipto), lo que hace saltar por los<br />

aires regímenes que llevaban décadas imponiendo su ineficacia, corrupción y censura,<br />

olvidadas ya las revoluciones emancipadoras que los habían generado, la mayor parte de<br />

ellas de carácter socialista y nacionalista.<br />

El discurso con el que Hosni Mubarak trató de controlar la situación social comenzaba<br />

dirigiéndose a los jóvenes que protestaban como "hijos e hijas", señalándoles que les iba<br />

a hablar como un "padre". Nunca se ha visto un despropósito comunicativo mayor, una<br />

más clara falta de comprensión, que ese discurso de Mubarak. Lo que los jóvenes<br />

querían abandonar era esa "paternidad" eterna en la que los dictadores encarnaban el<br />

modelo de sociedad imperante, un patriarcado completo. Demasiados padres;<br />

demasiados hijos hartos de la condena a la infancia y obediencia de por vida.<br />

<strong>La</strong> reivindicación básica era el reconocimiento de una mayoría de edad social y la<br />

recuperación de un destino que se les escamoteó en algún punto de la historia de las<br />

revoluciones poscoloniales que se pusieron en marcha desde los años cincuenta.<br />

<strong>La</strong>s derivas políticas y sociales que han seguido a las revoluciones de la "primavera"<br />

han sido y siguen siendo confusas. <strong>La</strong>s fuerzas sociales que reclamaban el<br />

protagonismo, básicamente los jóvenes, pronto de vieron desbordadas por los flujos<br />

históricos recurrentes, los movimientos que tienen como base el mayor<br />

conservadurismo religioso frente a los que reivindican la autonomía personal y la<br />

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