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<strong>La</strong> <strong>voz</strong> <strong>ascendente</strong> - nº <strong>53</strong> Espéculo julio-diciembre <strong>2014</strong><br />

“Cuando pude representar Tata Mbarca, la escenógrafa ideó un telón para su puesta en<br />

escena, que era un velo; de modo que el público tenía que esforzarse en saber qué<br />

personajes había detrás de este filtro. Trataba de representar ese mundo secreto y privado,<br />

ensimismado, que latía en la vida de los tetuaneses de alta clase. <strong>La</strong> historia de aquellos<br />

hombres y mujeres se dramatiza tras ese velo. <strong>La</strong> pieza dramática discurre en un día, me<br />

inspiré en la película italiana: Una jornada particular, supuse que si se había llevado al<br />

cine por qué no podía hacerse en teatro”.<br />

En esa jornada, la familia se reúne para preparar una fiesta en honor de la hija que está<br />

embarazada y a punto de alumbrar, pero en esa casa había otra mujer encinta, Tata<br />

Mbarca, la esclava negra que no existe para nadie de la familia. <strong>La</strong> abuela lo dice<br />

expresamente en la obra: no debe hablarse de ella, no debe saberse de su embarazo.<br />

Tata Mbarca ha sido preñada por alguno de los hombres de esa familia. “Ella cocina<br />

durante el día y por la noche abre sus piernas para los varones, que entran en su<br />

habitación donde no hay puertas; es un espacio abierto, disponible, como su vagina”.<br />

En un momento crucial de la pieza, las mujeres preparan los dulces para la joven Kenza,<br />

y en ese momento sale de la cocina Tata Nbarca, porque siente dolores de parto, y da a<br />

luz en el salón. Ella no había hablado nunca y sólo lo hará en esa escena, mientras tanto<br />

hemos percibido su silueta sentada al fondo del escenario. Es en el instante del<br />

alumbramiento cuando la vida le vuelve al cuerpo y comienza a contar su historia por<br />

primera vez. En un monólogo, al final del drama, hablará de cuando era pequeña, con<br />

apenas cinco años, del episodio en que es separada de su familia: un día, al perseguir en<br />

su vuelo una mariposa blanca que se le había posado, se interna en un bosque donde<br />

termina siendo secuestrada por un esclavista. <strong>La</strong> experiencia traumática y dolorosa de sus<br />

diversos amos, en las casas en las que sirve, le hace perder la <strong>voz</strong> y también la energía de<br />

vivir. Ha vuelto a hablar brevemente pues, cuando su hija nazca, la abuela ordenará que<br />

se la arrebaten y la tiren por el wáter para que nada se sepa de una descendiente negra en<br />

su casa. Me comenta que la obra se representó con éxito, que los espectadores estaban<br />

divididos: algunos le agradecieron que hubiera mostrado con tanto realismo lo que pasaba<br />

en el seno de aquellas familias marroquíes de los años 50, pero otros se lo recriminaron,<br />

como si aireara los trapos sucios de una familia extensa.<br />

Actualmente, Khadija espera una subvención oficial para representar su segundo drama,<br />

Louiza y Najat, en el que viene trabajando desde hace cuatro años y que pergeña en<br />

colaboración con un joven director de escena, Hamza Boulaiz.<br />

“Nadie quiere hablar de una obra que critica el sistema, el orden social establecido, a<br />

pesar de sus manifiestas desigualdades. Es finalmente una historia contada a partir del<br />

reencuentro de tres mujeres en una cena; una de ellas, Leyla, no se la ve pero está<br />

presente ya que se realiza en su domicilio; esta representa la conciencia de las tres,<br />

aunque ha participado de sus aventuras”.<br />

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