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<strong>La</strong> <strong>voz</strong> <strong>ascendente</strong> - nº <strong>53</strong> Espéculo julio-diciembre <strong>2014</strong><br />

3. <strong>La</strong> “Gran Jihad” del sufismo o la necesidad de derribar las fronteras del harén<br />

íntimo gracias al poder emancipador del Amor<br />

<strong>La</strong> necesidad de los sufís de “pasar desapercibidos” está claramente en consonancia con<br />

la manera en que ejercieron y siguen ejerciendo su magisterio, ya que, a diferencia de<br />

otras formas de espiritualidad, éstos se negaron desde el primer momento a predicar.<br />

Además, frente al “evangelizador” tradicional, encarnado en el islamismo por una figura<br />

de carácter intelectual, a lo largo del tiempo los maestros sufís han venido<br />

desempeñando distintos oficios, vinculados al trabajo manual y la organización gremial,<br />

a la vez que ligados a la Tierra y al amor por ésta 15 . De igual manera, frente al método<br />

escolástico-aristotélico de adoctrinamiento de los ulemas, que dieron a lo escrito y a lo<br />

racionalizado “más valor que a lo meramente hablado o experimentado”, los sufís se<br />

organizaron desde un principio en unas unidades básicas o círculos llamados halkas<br />

que, una tarde a la semana, reunían y siguen reuniendo a varios discípulos con un<br />

maestro 16 (Shah, 1997: 66).<br />

En estas unidades básicas, los aprendices se limitan a formular preguntas<br />

17 que los<br />

maestros responden narrándoles fábulas de la tradición oral, entre las que se encuentran<br />

tanto las que Sherezade relataba en <strong>La</strong>s mil y una noches al rey Shahriar, como las del<br />

incomparable y paradigmático mulá Nasrudín 18 , recopiladas en castellano por Idries<br />

Shah. Por eso, frente al aprendizaje gradual basado en el estudio y la exegesis lógicoracional<br />

de textos escritos, los sufís abogaron desde el principio por una enseñanza más<br />

afín a la cultura rural, basada en la asimilación personal y en un discernimiento ajeno a<br />

la experiencia intelectual en el sentido que habitualmente le concedemos a este término.<br />

Así, para burlar la racionalización defendida por los ulemas y demás “escrituristas” del<br />

Islam, los sufís optaron desde el comienzo por una serie de facultades intelectivas<br />

alejadas de la elucubración formal y afines a la experiencia vivida, hic et nunc, a través<br />

del relato oral 19 . De hecho, el principal objetivo de los relatos sufís consistió y consiste<br />

en suscitar en su auditorio una serie de “iluminaciones intuitivas” a través de las cuales<br />

éste tome conciencia de las limitaciones de sus ideas y de los valores y creencias sobre<br />

los que su identidad se asienta. Y es que, frente a la dinámica de “el que transmite<br />

versus el que recibe”, que preside las enseñanzas de naturaleza escolástica y formal, se<br />

15 Por ello, Faraduddin Attar es conocido como “el vendedor de perfumes” o “el farmaceútico”, el-Hallaj<br />

como “el cardador de lana” y Al-Ghazali como “el hilandero”. Sin embargo, los oficios con los que se<br />

identifica a los maestros sufís contienen también un mensaje secreto que sólo puede ser descifrado por<br />

quienes manejan las correlaciones establecidas por ellos entre determinadas cifras numéricas y las letras<br />

de su alfabeto. Generalmente, dicho mensaje alude a la misión de tales maestros dentro de la comunidad<br />

sufí y a su pertenencia a ésta. Así, en dicho lenguaje cifrado, el-Hallaj designa “al que emite fulgor” o “al<br />

cardador de conciencias” (Shah, 1997: 235).<br />

16 Como ejemplo del distanciamiento de los sufís respecto de este modelo de saber ligado a los textos, en<br />

su Diwan, Rumi afirmó que el sufí no era “un erudito procedente de los libros” (Rumi, 2002).<br />

17 Esta forma de educar era justamente la que defendían la abuela, la madre y la tía de Fatema Mernissi,<br />

quienes nunca se cansaban de afirmar que “hacer preguntas era la única manera de encontrar la verdad”<br />

(Mernissi, 2004: 157). Y es precisamente este método, al que califica de “inteligente y no filosófico”, el<br />

que nuestra investigadora asegura aplicar en sus estudios históricos (Mernissi, 2001: 134).<br />

18 Aunque Nasrudín es el personaje mítico de la tradición popular sufí y el modelo de “antihéroe” en el<br />

mundo del Islam espiritual, en otras culturas se corresponde con las figuras de Bertoldo –en Italia-, Joha –<br />

en Turquía-, Afanti –en China-, etc.<br />

19 En este sentido, Idries Shah ha escrito que “lo que parece absurdo al intelectual se convierte en una<br />

fuerza para el intuitivamente perceptivo” (Shah, 1997: 135).<br />

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