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<strong>La</strong> <strong>voz</strong> <strong>ascendente</strong> - nº <strong>53</strong> Espéculo julio-diciembre <strong>2014</strong><br />

una de las infinitas formas posibles de aprehender el territorio, con el que, tan fatal<br />

como invariablemente, la solemos identificar 29 . Para que ampliara su cartografía de la<br />

realidad, Yasmina incitaba a su nieta a viajar, de manera que, por medio del contacto<br />

con extraños y extranjeros, conociera cuantas qa’idas pudiera 30 . En este sentido, la<br />

abuela no hacía más que inocularle a su nieta la creencia sufí según la cual el mundo y<br />

el prójimo son un instrumento emancipador que empuja al hombre hacia la autorealización<br />

cuando lo que guía su deseo de conocimiento y su relación con los otros es<br />

el respeto, la humildad y el amor (Shah, 1997: 47). De esta manera, debido a la<br />

influencia y al ejemplo vital de su abuela, la búsqueda, el estudio y la demolición de las<br />

fronteras se convirtió con el tiempo en la principal ocupación de la vida de Fatema<br />

(Mernissi, 2004: 9). Pero, para que esto sucediera, otras mujeres que marcaron la<br />

infancia de nuestra protagonista, especialmente su adorada tía Habiba y las esclavas de<br />

la granja del Atlas, hubieron de infundirle a la joven Mernissi la fuerza necesaria para<br />

que no percibiera como “enemigos” a quienes no compartieran su cultura, ni sus valores<br />

ni sus creencias. Así fue como, con el inestimable ejemplo de sus propias vidas, éstas le<br />

enseñaron a ver a todas las mujeres y hombres que poblaban la faz de la Tierra como a<br />

seres humanos idénticos a ella; es decir, como a individuos contradictorios, imperfectos<br />

y deseosos de hacer también realidad sus sueños de felicidad (Mernissi, 2001: 37). Para<br />

lograrlo, dichas mujeres le relataron a la pequeña Fatema las milenarias fábulas sufís<br />

que conocían, y en las que, como vamos a ver enseguida, el diálogo y la calma<br />

prevalecían sobre la lucha y la prisa como formas de relacionarse con la Naturaleza, los<br />

otros y la propia vida.<br />

4. El feminismo espiritual de las mujeres iletradas de origen rural que narraban<br />

las historias de Sherezade, la libertadora sufí del Islam<br />

En El harén en Occidente, Fatema Mernissi ha señalado cómo en el mundo musulmán<br />

eran las mujeres y, más especialmente las abuelas, quienes narraban los cuentos en el<br />

entorno familiar 31 (Mernissi, 2001: 68). En este sentido, de la lectura de la obra de la<br />

29 A este respecto, la contraposición de Mernissi entre los harenes de su infancia que expusimos líneas<br />

atrás, así como sus estudios sobre las divergentes visiones que se tiene de éstos en Oriente y en<br />

Occidente, constituyen una clara expresión de la creencia sufí según la cual, siendo aparentemente uno<br />

solo, cada “término-territorio” adquiere diferentes significados en virtud de la mente de quien lo<br />

interpreta, significados que nunca conocemos en su totalidad, de ahí que basemos siempre nuestras<br />

opiniones en un material parcial (Shah, 1997: 180). Como clara muestra de esta creencia, Mernissi cuenta<br />

que cada vez que le preguntaba a su abuela Yasmina qué era un “harén”, ésta le respondía: “<strong>La</strong>s palabras<br />

son como las cebollas. Cuantas más capas quitas, más significados encuentras. Y cuando empiezas a<br />

descubrir la multiplicidad de significados, lo de correcto y falso carece de importancia, siempre quedará<br />

más por descubrir. Ahora quitaré otra capa para ti. Pero recuerda que sólo es una entre las demás”<br />

(Mernissi, 2004: 67).<br />

30 “Cuando conozcas a un extranjero –le decía Yasmina a su nieta-, debes poner toda tu atención en tratar<br />

de entenderle. Cuanto mejor entiendas a un extraño y mejor te conozcas a ti misma, […] serás más fuerte”<br />

(Mernissi, 2001: 11). En opinión de Mernissi, esta visión de los extranjeros propia del Islam espiritual<br />

guarda relación con el hecho de que su civilización se desarrolló desde el desierto gracias al contacto y el<br />

encuentro con ellos (Mernissi, 2001: 194).<br />

31 En opinión de la historiadora, el “componente rural y femenino” de estos relatos favoreció que las élites<br />

árabes consideraran la tradición oral del cuentacuentos como un “producto del populacho […] carente de<br />

todo valor cultural” (Mernissi, 2001: 70). Asimismo, en El harén en Occidente, Fatema Mernissi se ha<br />

referido a los estudios de historiadores árabes como Tabari o Cheddadi para mostrar cómo a partir de la<br />

segunda mitad del siglo VII los califas ortodoxos omeyas y abasidas comenzaron a expulsar de plazas y<br />

mezquitas a los cuentacuentos callejeros o quççaç por considerarlos instigadores de revueltas, así como a<br />

sustituirlos por los predicadores del Islam, apelados en este caso mudhakkrium o wa’az (Mernissi, 2001:<br />

66-67).<br />

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