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<strong>La</strong> <strong>voz</strong> <strong>ascendente</strong> - nº <strong>53</strong> Espéculo julio-diciembre <strong>2014</strong><br />

siglo XII, el sabio hanbalita Ibn al-Jawiz 26 , recurrió a un dicho o hadiz del Profeta para<br />

diferenciar entre la “Jihad menor” o batalla contra el rival, y la “Gran Jihad”, es decir, la<br />

paciente y afanosa lucha que todo musulmán debía y debe librar contra sí mismo, y que<br />

entraña uno de los principios fundamentales del sufismo 27 (Mernissi, 2001: 161). Esta<br />

“Gran Jihad” exige que sea el amor el que mediatice las relaciones entre todas las<br />

criaturas que pueblan la Tierra. Y es que, para el sufismo, este sentimiento constituye<br />

una extraordinaria fuerza universal, a la que llaman baraka, y que resulta incorruptible a<br />

la influencia de los sistemas de adiestramiento de la vida material y ordinaria y a su<br />

rapiña eslabonada, de manera tal que crece y se expande cuando es invocada. Gracias a<br />

ella, al hombre se le presenta la oportunidad de realizar un viaje a lo desconocido, ya<br />

que, por encima de todo, el amor representa para el sufismo la ocasión de que cada cual<br />

pueda ir “más allá de su rutina particular” (Mernissi: 2001). No en vano, como el<br />

historiador y teólogo musulmán Ibn Nazm de Córboda dijo:<br />

“Por el amor, los tacaños se hacen desprendidos, los huraños desfruncen el ceño,<br />

los cobardes se envalentonan, los ásperos se vuelven sensibles, los ignorantes se<br />

pulen, los desaliñados se atildan, los sucios se limpian, los viejos se las dan de<br />

28<br />

jóvenes, los ascetas rompen sus votos y los castos se tornan disolutos” (Ibn<br />

Hazm, 2009).<br />

Es por eso que, en Sueños en el umbral, Mernissi recuerda cómo su abuela Yasmina le<br />

decía que tan importante era que derribara las fronteras físicas del harén burgués de Fez<br />

en que vivía, como las “fronteras íntimas”, esas que todos los humanos tenemos<br />

tatuadas en nuestros imaginarios y que gobiernan cualquier espacio en que nos<br />

encontramos, desde un harén, a un parlamento o a un escenario. Cada uno de esos<br />

espacios –le decía Yasmina- tenía su qu’ida o norma invisible que había de respetar, por<br />

lo cual, le recomendaba a su nieta que estuviera siempre atenta cuando penetrara en un<br />

espacio nuevo en el que, al no haber indicios visibles de la ley que allí regía, en el<br />

momento en que la desobedeciera, le lastimarían (Mernissi, 2004: 70). Así pues, la<br />

abuela alentaba en la pequeña Fatema la toma de conciencia acerca de las fronteras con<br />

las que los humanos elaboramos nuestro mapa de la realidad, percepción que es tan sólo<br />

26 Los hanbalitas constituyen una de las más antiguas corrientes teológicas de interpretación del Islam, la<br />

cual comparte con el sufismo el rechazo de la racionalidad lógica y formal como medio para penetrar en<br />

el misterio de la divinidad. Frente a ellos se situaron los motazilitas, defensores de una visión<br />

antropomórfica de Alá, que a su vez fue esgrimida para justificar los despóticos gobiernos de los califas.<br />

27 En este sentido, algunos sociólogos han advertido que, históricamente, las sociedades orientales han<br />

preferido cambiar al sujeto y no al mundo, mientras que las occidentales habrían obrado del modo<br />

contrario. Sin embargo, puede afirmarse que el sufismo participa de las características de ambos tipos de<br />

sociedad, por cuanto, como tendremos ocasión de comprobar a lo largo de este ensayo, su lucha por la<br />

transformación de la subjetividad es al mismo tiempo el vehículo para la renovación social (Álvarez-Uría,<br />

2011: 942).<br />

28 Como muestra de la importancia histórica concedida al “amor” en el mundo del Islam, en El harén en<br />

Occidente, Mernissi se ha hecho eco de algunos de los más de sesenta significados atribuidos ya en el<br />

siglo XIV a este término, los cuales fueron a su vez recopilados en su célebre Jardín de los corazones por<br />

Ibn Qayyun Al Jawziya. De entre tales acepciones, la historiadora ha seleccionado las vinculadas a la<br />

interpretación sufí del mismo, según la cual el amor puede ser definido como “corriente de energía”,<br />

“amistad privilegiada en la que la ternura facilita la comunicación”, “viaje irresistible” y “paso hacia lo<br />

desconocido” (Mernissi, 2001: 148-149). En la vida de Mernissi, este amor lo representaron más<br />

particularmente su abuela Yasmina y su tía Habiba, de quien, según la propia ensayista, emanaba siempre<br />

una “corriente de ternura”, que designó con el término marroquí de hanan, y que fluía con naturalidad, de<br />

manera despreocupada (Mernissi, 2004: 23). Asimismo, en clara alusión a su deseo de difundir este<br />

principio fundamental del sufismo, en Sueños en el umbral, la propia escritora dijo que ya de niña se<br />

había jurado a sí misma que de mayor se dedicaría a cantar “los prodigios […] y la emoción que provocan<br />

los arriesgados saltos a lo desconocido” (Mernissi, 2004: 115).<br />

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