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<strong>La</strong> <strong>voz</strong> <strong>ascendente</strong> - nº <strong>53</strong> Espéculo julio-diciembre <strong>2014</strong><br />

emprenden un viaje a su común y remoto origen astral, viaje que concluye cuando<br />

ambos se funden con el firmamento estrellado (Mernissi, 2001: 50). Es precisamente<br />

este vínculo cósmico el que las mujeres de la familia Mernissi percibían cotidianamente<br />

en sus vidas (Mernissi, 2001: 51). Por eso, la abuela le decía a su nieta que la granja era<br />

“parte de la tierra original de Alá, que no tenía fronteras” y que debía aprender a<br />

escuchar la canción de las flores que, a su paso, le susurraban siempre salam, salam,<br />

paz, paz (Mernissi, 2004: 32). Asimismo, Yasmina le decía a Fatema que, si tenía<br />

problemas, nadara en el estanque o se tendiera en un prado a contemplar las estrellas,<br />

pues todos sus miedos se disiparían con ellas (Mernissi, 2004: 62). Quizá por eso,<br />

cuando se sentían desalentadas y oprimidas entre los muros de piedra que las atrapaban,<br />

las mujeres, adolescentes y niñas del harén de Fez, subían a la terraza. Allí, entre el<br />

cuadrado de cielo domesticado e hipnótico de la casa, aguardaban a que la delicadeza<br />

del lucero del alba o el púrpura de los amaneceres de invierno les permitieran encontrar,<br />

en el misterio de su silencio, las fuerzas y el coraje para seguir viviendo (Mernissi,<br />

2004: 149).<br />

Pero la Naturaleza no sólo era la desinteresada amiga de aquellas mujeres urbanas y<br />

campesinas, sino también la madre generosa que les proveía de hierbas aromáticas,<br />

mirto, capullos de rosa, almizcle, hojas rojas de amapolas y otras tantas dádivas con<br />

cuya ayuda todas ellas aspiraban a ser aún más bellas, a amar y ser amadas. Por eso,<br />

musitando los conjuros y sortilegios de antiguos libros de magia 36 e invocando el<br />

magnético poder de la luna, las galaxias y los planetas, aquellas mujeres actualizaban<br />

permanentemente su sabiduría milenaria y pagana, así como su unión cósmica con la<br />

Tierra, que el Islam ortodoxo rechazaba 37 . Y, aunque pronto Fatema supo por sí misma<br />

que la eficacia de tales “fórmulas mágicas” no era la esperada, hoy en día, desde su<br />

ciencia histórica y política, la profesora de Sociología sigue reivindicando y sintiendo<br />

en carne viva el ejemplo de las “hechiceras” de su familia. Es por eso que, para honrar<br />

su memoria, así como la extraordinaria fuerza que todas ellas le insuflaron en lo más<br />

profundo del alma, la propia Mernissi decidió dedicarse a lo que éstas se dedicaban:<br />

derribar muros y fronteras, tejer entramados de finas hebras entre los seres humanos y<br />

las estrellas, dar alas a la belleza y la magia y cincelar palabras con las que narrarnos<br />

milenarias fábulas para la esperanza (Mernissi, 2004: 232).<br />

5. Conclusión<br />

Como hemos visto, Fatema Mernissi ha recurrido al feminismo espiritual de las mujeres<br />

campesinas e iletradas de su familia para mostrarnos cómo es posible la libertad del<br />

36 Aludimos aquí a los llamados libros de chifa, que abarcaban una colección de “recetas sencillas” que<br />

combinaban la “magia elemental con la astronomía simplista”. Surgidos al margen del pensamiento<br />

científico, astronómico y médico árabe en tiempos de la Edad Media, tales libros comprendían desde<br />

mascarillas de belleza a tratamientos para realzar el atractivo sexual, métodos para el control de la<br />

natalidad, brebajes afrodisíacos y curas para la impotencia. En ocasiones, la autoría de dichos libros le ha<br />

sido atribuida a algunos de los gigantes de la cultura islámica medieval, entre ellos el místico sufí de<br />

origen persa, Al-Ghazali, quizá para que el saber cósmico y experiencial que encerraban eludiera la<br />

censura del Islam ortodoxo que veía en la racionalidad y en la cultura campesina a su “enemiga”<br />

(Mernissi, 2004: 179-197).<br />

37 En cambio, en cualquiera de las magnas obras de los grandes maestros sufís es posible encontrar<br />

manifestaciones de la unión cósmica entre hombre y Tierra como la que recogemos aquí: “Con la marea<br />

matutina una Luna apareció en el cielo,/descendió del firmamento y me contempló./Como un halcón que<br />

arrebata a un pájaro en la caza,/esa Luna me arrebató y voló por el cielo./Cuando me miré, ya no me vi,<br />

pues en esa Luna/mi cuerpo, por la gracia, se volvió como un alma […]” (Rumi, 2002: 63).<br />

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