YOUKALI, 5 página 116 Elementos de producción críticapolítico: no sólo las ideas que tiene con respecto al mundo social (incluyendo su modo de funcionamiento ylas demandas de justicia que pudiera hacer), o las ideas que tiene con respecto al sí mismo como agente (estoes, como sujeto actuante), sino también las específicas r<strong>el</strong>aciones ideológicas desde la que formula un texto.Sin <strong>el</strong> reenvío de un texto al contexto histórico–social, su significación misma resulta inaccesible 21 . Mástodavía: en la propia s<strong>el</strong>ección de los materiales artísticos (en este caso, d<strong>el</strong> lenguaje usado) con los que sepoetiza está operando ya esta dimensión instituyente que define la especificidad de lo político. Cada poetadecide qué alumbrar d<strong>el</strong> continuo de la experiencia histórica. Ahora bien, ese lazo político es variable: pued<strong>el</strong>lamar a un retorno a la naturaleza, a un desentendimientode lo común, a una consagraciónde lo tecnológico, a una c<strong>el</strong>ebración de lorevolucionario, a una aceptación resignada d<strong>el</strong>presente, etc. Las di<strong>ver</strong>sas poéticas atestiguanestas variaciones: marcan posicionamientosestéticos e ideológicos de forma inseparable.Los argumentos precedentes son suficientespara sostener, en esta fase de la reflexión, que<strong>el</strong> valor de una poética no puede determinarsede forma válida por su mera condición política,puesto que toda poesía es política, aunquemás no sea denegatoria. En particular, determinar<strong>el</strong> valor poético por su pertenencia a unhorizonte político determinado es reduccionista,en tanto niega toda autonomía r<strong>el</strong>ativaal campo artístico. Lo que es peor: no permitedistinguir –al interior de ese horizonte–siquiera entre producciones literarias de diferente rango o calidad estética, como si no hubiera textos poéticosmás <strong>el</strong>aborados y logrados que otros.Podemos identificarnos con determinadas orientaciones políticas, pero su alusión (más o menos directa yformulaica) no acrecienta <strong>el</strong> valor de la poética en cuestión. La evaluación estética exige otras dimensionesde valor, de las que no debería excluirse de forma irreflexiva las regulaciones internas al campo literario. Unateoría estética deconstruida por sí sola no funciona más que como orientación negativa: nos dice lo que hayque evitar, pero deja abierta múltiples alternativas que por sí solas no necesariamente resultan superadoras.Incita a un trabajo reconstructivo que, en buena medida, está por hacer. En este sentido, los debates r<strong>el</strong>ativosa aqu<strong>el</strong>lo que constituye lo literario, lejos de estar clausurados, mantienen su vigencia intacta.Si lo que nos interesa es producir una poética comprometida con una política de izquierdas, pero que evite asu vez sus tópicos, sus esquematismos clasistas –ciegos a otras formas de antagonismo social 22 – y su despreocupaciónhabitual por la reflexión sobre los géneros y las formas literarias 23 , resulta apremiante producirdebates en <strong>el</strong> registro específicamente estético, sin <strong>el</strong> típico menosprecio que <strong>el</strong> discurso político muestrapor <strong>el</strong> discurso poético (incluso por parte de algunos “poetas comprometidos”). No es válido ser críticos contodo menos con nosotros mismos y nuestras intervenciones estéticas.21.- De los numerosos estudios realizados al respecto, pueden consultarse al respecto Verón, E., La semiosis social, Gedisa,Barc<strong>el</strong>ona, 1988; y Pecheux, M., Hacia un análisis automático d<strong>el</strong> discurso, Gredos, Madrid, 1978.22.- La categoría de antagonismo social como estructurante de las identidades individuales y colectivas es desarrollada ampliamenteen Laclau, E., Nuevas reflexiones sobre la revolución en nuestro tiempo, Nueva Visión, Buenos Aires, 1990.23.- Paradójica situación, cuando la literatura ha sido un campo central en la reflexión teórica d<strong>el</strong> marxismo y otros movimientosint<strong>el</strong>ectuales de izquierda. Desde <strong>el</strong> formalismo ruso y checo hasta <strong>el</strong> estructuralismo francés, pasando por la Escu<strong>el</strong>a deFrankfurt y los estudios culturales ingleses (ligados a la Escu<strong>el</strong>a de Birmingham y a algunos autores afines), por mencionar algunoscasos célebres.ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.net
La crítica legítima de ciertos juegos poéticos –denunciados por conformistas, complacientes, superficiales oresignados– no habilita a una impugnación de todo juego poético en general 24 . Tal impugnación no sóloincurre en una incoherencia pragmática fundamental, sino que además, no deja más remedio que dedicarsea otras prácticas, como ocurre con uno de los personajes d<strong>el</strong> Leviatán de Paul Auster. Si esto es así, lo interesantede debatir no es si hacemos poética política, sino qué clase de poética política estamos creando. Esdifícil suponer que pueda haber poesía revolucionaria –si es que la hay en una sociedad conservadora– sinuna auténtica experimentación con los materiales, técnicas y sentidos literarios. Una poesía que formalmenteno reclama cambio alguno difícilmente puede alumbrar lo diferente 25.No hay poesía auténtica que no requiera un riesgo. Difícilmente ese camino pueda tener la misma «rentabilidadsimbólica» –por usar una expresión de P. Bourdieu– que las declaraciones de principios o los posicionamientospolíticos explícitos (dentro de una línea poética específica), que producen <strong>el</strong> efecto casi–mágicode inclusión dentro de una comunidad de intereses. Pero esa comunidad política no debe ser, automáticamente,aceptación (más o menos acrítica) de textos poéticos afines. Si habremos de buscar algún reconocimiento,no será con independencia al valor estético (inseparable de lo ideológico) de lo producido. Lo inmediatamenterentable no es más que redundancia d<strong>el</strong> sentido común como “inconsciente de la ideología” 26 .La supresión d<strong>el</strong> riesgo, esto es, la creación poética estructurada para ser simbólicamente rentable (en términoseconómicos casi nunca lo es) puedemarcar una pertenencia; pero esa marca deninguna manera reinventa de forma más omenos radical <strong>el</strong> juego poético; antes bien, s<strong>el</strong>imita a reproducir un círculo de disidencia.Esa reinvención, hasta donde sé, no puede permitirse<strong>el</strong> lujo de privarse de los recursos queen la historia de la literatura (en particular, d<strong>el</strong>a poesía) se han ido construyendo, sino quedebe rearticularlos desde una perspectiva críticaactual.Todo ser humano es responsable de cambiar <strong>el</strong>mundo social en que vivimos a través de múltiplesformas. La poesía es una de esas formasy nuestro compromiso es reinventar esaforma, para darle fecundidad. Como poetas,nuestra responsabilidad reside en hacer una24.- “Se olvida que la lucha presupone un acuerdo entre los antagonistas sobre aqu<strong>el</strong>lo que merece la pena luchar y que quedareprimido en lo ordinario, en un estado de doxa, es decir, todo lo que forma <strong>el</strong> campo mismo, <strong>el</strong> juego, las apuestas, todos lospresupuestos que se aceptan tácitamente, aun sin saberlo, por <strong>el</strong> mero hecho de jugar, de entrar en <strong>el</strong> juego. (...) En realidad,las revoluciones parciales que se efectúan continuamente dentro de los campos no ponen en t<strong>el</strong>a de juicio los fundamentos mismosd<strong>el</strong> juego, su axiomática fundamental, <strong>el</strong> zócalo de creencias últimas sobre las cuales reposa todo <strong>el</strong> juego” (Bourdieu, P.,Sociología y cultura, pp. 137–8)25.- “Aunque en arte no se deben interpretar sin más políticamente las características formales, también es <strong>ver</strong>dad que no existeen él nada formal que no tenga sus implicaciones de contenido y éste penetra en <strong>el</strong> terreno político. En la liberación de la forma,tal como la desea todo arte nuevo que sea genuino, se esconde cifrada la liberación de la sociedad, pues la forma, contexto estéticode los <strong>el</strong>ementos singulares, representa en la obra de arte la r<strong>el</strong>ación social. Por eso una forma liberada choca contra <strong>el</strong> statusquo” (Adorno, T., Teoría estética, pp. 332–333).26.- Cf., Hall, S., “La cultura, los medios de comunicación y <strong>el</strong> «efecto ideológico»”, en VVAA, Sociedad y comunicación de masas,Fondo de Cultura Económica, México, 1981. Allí nos dice, recuperando las reflexiones de Gramsci sobre <strong>el</strong> sentido común: “Esprecisamente su cualidad «espontánea», su transparencia, su «naturalidad», su rechazo a que se examinen las premisas en quese fundamenta, su resistencia al cambio o la corrección, su efecto de reconocimiento instantáneo y <strong>el</strong> círculo cerrado en que semueve lo que hace d<strong>el</strong> sentido común, simultáneamente, algo «espontáneo», ideológico e inconsciente. De este modo, es sumismo «dar por supuesto» lo que lo establece como un medio en <strong>el</strong> que sus propias premisas y presuposiciones se están volviendoinvisibles por su transparencia aparente” (Hall, S., op. cit., p. 368).ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.netYOUKALI, 5 página 117 Elementos de producción crítica
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