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norma identitaria y su sub<strong>ver</strong>sión inespecífica como <strong>el</strong>único marco posible de int<strong>el</strong>igibilidad. Nunca llega atematizar que al menos hay otro marco efectivo siempreactuando en la resistencia, un marco de int<strong>el</strong>igibilidadque <strong>el</strong>la misma reitera. Ese otro marco de int<strong>el</strong>igibilidades <strong>el</strong> de la explicación. Pero este “olvido”, esta“exclusión” no es una mera ausencia de recuerdo. Laexclusión tiene una positividad perfectamente designable.En <strong>el</strong>la, Butler repite la marca más reaccionaria d<strong>el</strong>posmodernismo filosófico tal como la ha diagnosticadoJuan Pedro García d<strong>el</strong> Campo en Opaco, demasiadoopaco: <strong>el</strong> haber dado simplemente la vu<strong>el</strong>ta al problemade la fundamentación, convirtiendo la desfundamentaciónen fundamento, instituyendo la ausencia defundamento como absoluto. Y la peor consecuencia deesta puesta en negativo d<strong>el</strong> fundamento es reinstalar ladiscusión en un espacio donde lo que queda excluidoprecisamente es la explicación, “la pregunta por las causas”(García d<strong>el</strong> Campo, 2007: 123). Esta es la tensiónque recorre los textos de Butler. El conflicto entre <strong>el</strong>marco de int<strong>el</strong>igibilidad de la explicación y <strong>el</strong> de laausencia de fundamento como absoluto tensa de extremoa extremo su discurso. Es como si a su esfuerzo deargumentación, avanzando contra toda posición trascendenteo trascendental, le salieran por la espaldaalbañiles kantianos que vu<strong>el</strong>ven a levantar las paredesderribadas de la trascendencia.La explicación, al menos tal como la desarrolla la propiaButler, considera sus objetos como interdependientes.Los considera como condicionados o causadoso como resultados de otros, como producidos; y,a su vez, como condicionantes y causantes, como productivos.Y aunque la explicación apunta a una unidad(la interdependencia misma de los <strong>el</strong>ementos enjuego), esa unidad es siempre considerada como compleja,compuesta de <strong>el</strong>ementos de distinta naturaleza,y como necesitada de explicación, esto es, en interdependencianecesaria con otras realidades. La explicación,cuando la dirigimos hacía nosotros mismos, es,así, un principio de diferencia por <strong>el</strong> que nos concebimoscomo formando parte de una realidad que nossobrepasa e, indisolublemente, como siendo capacesde articular, aunque sea vagamente, <strong>el</strong> modo en quenos integramos en esa realidad. Y cuando la volvemossobre sí misma, la explicación se convierte en conocimientosituado (Haraway, 1995: 313-346). La explicaciónsituada d<strong>el</strong> modo en que funciona una forma dedominación es necesariamente una politización. Tematizacomo posicionado lo que a sí mismo se presentacomo neutral (García d<strong>el</strong> Campo, 2007: 115).Yo defendería que <strong>el</strong> marco de int<strong>el</strong>igibilidad de laexplicación es propio de toda posición de resistencia. Odicho de otro modo, defendería que la posición de resistenciano es propiamente una posición de identidad,sino un encuentro conflictivo entre las identidades desubordinación y abyección y la explicación situada.La ambivalencia que describe Butler en The PsychicLife of Power entre <strong>el</strong> apego apasionado al sometimientoy la capacidad que <strong>el</strong> mismo apego proporcionapara reb<strong>el</strong>arse se puede entender desde esta perspectivacomo <strong>el</strong> conflicto entre la identidad y la explicación,en cuanto <strong>el</strong> sometido se hace consciente de supropia colaboración en la dominación y no puede desembarazarsede <strong>el</strong>la inmediatamente.Históricamente, en <strong>el</strong> caso de las mujeres esta situaciónha sido particularmente angustiosa, porque paracualquier sometido la conciencia d<strong>el</strong> sometimiento esabyecta, es ya un conato de reb<strong>el</strong>ión, de desobediencia,pero en las mujeres a eso se añade que, de principio,necesariamente se han enfrentado solas a su dominacióny ésta se ha encontrado siempre tremendamenteenredada en una multitud de hilos afectivos.Las mujeres, como decía Simone de Beauvoir, “vivendispersas entre los hombres, vinculadas más estrechamentepor <strong>el</strong> hábitat, <strong>el</strong> trabajo, los intereses económicos,la condición social, a algunos hombres -padreo marido- que a otras mujeres” (Beauvoir, 2000:54). En la actualidad, la angustia de la dispersión seextiende de forma tendencial a todas las resistencias.Así, entonces, quien se entiende colaborando en su propiosometimiento y se sabe abocada a tener que seguircolaborando, a tener que escarbar con las uñas cada unode los pasos que le hagan ganar un pequeño espacio d<strong>el</strong>ibertad, es difícil que se entienda a sí misma como unser sustancial, independiente de todo los demás.ISSN:1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.netYOUKALI, 5 página 49 Trabajo y valor

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