YOUKALI, 5 página 18 Trabajo y valorPasaje en definitiva desde la clase obrera a la fuerza detrabajo, con tintes más o menos miserabilistas quecontemplan con claro pesimismo los nuevos cambiosacaecidos en la sociedad actual y que anuncian la rupturade cualquier capacidad por parte de la fuerza detrabajo de sustraerse a las determinaciones de la lógicad<strong>el</strong> mercado. Para profundizar en esta disyuntivahan sido de utilidad los enfoques teóricos que consideranla dualidad de la estructura d<strong>el</strong> mercado de trabajo,por un lado, arrastrando <strong>el</strong>ementos d<strong>el</strong> pasado y,por otro, estableciendo premisas de que en realidadson las nuevas formas de trabajo de la sociedad postindustrial(VV.AA, 1993).En este sentido, <strong>el</strong> sociólogofrancés Robert Cast<strong>el</strong> (1997) se refiere en su diagnósticod<strong>el</strong> mod<strong>el</strong>o social actual de dos zonas contrapuestasque conviven en la realidad social: las zonas integradasy las zonas de vulnerabilidad social, otorgándole en sumod<strong>el</strong>o social una r<strong>el</strong>evancia importante al ámbitoespacial. En cuanto a las zonas integradas o zonas sociales,entendidas como autoconcentradas y soberanas,cabe entender que la integración se produce tantoa niv<strong>el</strong> social como a niv<strong>el</strong> espacial representando zonasde alto consumo, alta innovación, dinamismo tecnológico,disponibilidad de servicios, etc. Éstos soncapaces de generar una situación de hegemonía políticay social y en <strong>el</strong>las se mueven las clases dominantesen ese uni<strong>ver</strong>so cosmopolita de grandes ciudades interconectadas,haciendo uso de un consumo cada vezmás individualista y productivista.Las otras zonas son espacios geográficos y socialesmás distanciados de las primeras (no necesariamentealejados de forma física). Las zonas de vulnerabilidadsocial, que cada vez generan más riesgo y mayorempleo precarizado, y por tanto con menores situacionesde seguridad, no poseen ninguna hegemoníaen <strong>el</strong> orden de lo económico, ni capacidad de decisión.Estas zonas dependen de las decisiones ajenas y “tiendena generar una dinámica de tipo secundario, unadinámica de características residuales, donde se concentrande manera porcentualmente significativa lasactividades más degradadas y los mayores niv<strong>el</strong>es deactividad precaria, imperfecta, de baja innovación yde irregulares condiciones de contratación y realizaciónd<strong>el</strong> trabajo” (Alonso, 1998: 54).El mod<strong>el</strong>o de Cast<strong>el</strong> acepta la proliferación de estaszonas en la estructura social de Europa, llegando a reproducirsetanto de forma social como de forma territorial.Estas zonas tienden a tener una fuerte dependenciade recursos económicos, tecnológicos, educativos,informacionales, comunicacionales y culturales,de las zonas de decisión. Las distancias no se hacenISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.netimportantes a través d<strong>el</strong> orden físico sino por la dimensiónsocial. En este sentido, cabe pensar que <strong>el</strong> trabajode la confección, las organizaciones productivas y<strong>el</strong> contexto en <strong>el</strong> cual se desenvu<strong>el</strong>ven, en <strong>el</strong> caso deque tuvieran lugar las atribuciones anteriores, podríanidentificarse con este espacio vulnerable ubicado enlos espacios más favorecidos por la economía, que seasimila perfectamente con una dimensión social determinadacomo consecuencia de esa vulnerabilidad productiva,y a una dimensión territorial, afectando deforma homogénea a un espacio determinado.En la mayoría de los casos la exclusión es un conceptoper<strong>ver</strong>so que hace suponer que hay gente que estáen fuera de lo social, cuando nadie en realidad lopuede estar. Por eso parece más válida la noción demarginalidad, porque <strong>el</strong> hecho que estas personas seencuentren en <strong>el</strong> borde no significa que hayan cortadosu r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> centro. Por eso es que, más qu<strong>el</strong>a exclusión, Cast<strong>el</strong> (1997: 14-17) intenta introducir ladesafiliación para ubicar a la gente en dificultad.“Laexclusión se impuso hace poco como un concepto alcual se recurre a falta de otro más preciso para dar aconocer todas las variedades de la miseria en <strong>el</strong>mundo: <strong>el</strong> desempleado de larga data, <strong>el</strong> joven de lossuburbios, <strong>el</strong> sin techo, etc. (...) La cuestión de laexclusión deviene entonces en la “cuestión social” porexc<strong>el</strong>encia. El impacto no cesó desde entonces”.Según Cast<strong>el</strong>, hay fuertes razones para rechazar <strong>el</strong> usoconceptual de la noción de exclusión: “La primerarazón para desconfiar de la exclusión, es justamente laheterogeneidad de sus usos. Ella nombra una infinidadde situaciones diferentes, borrando la especificidad decada una. Dicho de otro modo, la exclusión no es unanoción analítica. No permite llevar a cabo investigacionesprecisas de los contenidos que pretende abarcar”.
Y agrega: “En efecto -la segunda y principal razón paradesconfiar de esta noción- hablar de exclusión conducea autonomizar situaciones límites que toman sentidoúnicamente si las reubicamos en un proceso. Dehecho, la exclusión se da como <strong>el</strong> estado de todos losque se encuentran por fuera de los circuitos activos deintercambios sociales. En última instancia, esta señalizaciónpuede valer como una primera localizaciónde los problemas que deben ser analizados, pero habríaque agregar enseguida que estos “estados” no contienensu sentido en sí mismos. Son <strong>el</strong> resultado dediferentes trayectorias que los marcan. Efectivamente,no nacemos excluidos, no fuimos siempre excluidos, amenos que se trate de un caso muy particular”.Qué es posible hacer para reintroducir en <strong>el</strong> juegosocial a los individuos excluidos por la coyuntura yponer punto final a una cascada de desafiliación queamenaza con dejar debilitado <strong>el</strong> conjunto social. Caepreguntarse si es <strong>el</strong> Tercer Sector quien evita que losindividuos caigan, utilizando la terminología deCast<strong>el</strong>, de la vulnerabilidad a la desafiliación social. Alrespecto es necesario explorar las condiciones deconstitución y mantenimiento d<strong>el</strong> tejido social. Esteautor alerta sobre <strong>el</strong> p<strong>el</strong>igro para la construcción d<strong>el</strong>tejido social de aqu<strong>el</strong>los individuos que se hallan enpermanente dependencia. Este concepto nos permiterealizar una mirada crítica sobre los efectos, tanto aniv<strong>el</strong> individual como social, d<strong>el</strong> Tercer Sector.En <strong>el</strong> mismo sentido, Andrés Bilbao (1999), con sucontribución a la perspectiva d<strong>el</strong> conflicto social,señala que éste es generado por las irregularidadesexistentes en las condiciones de trabajo y que aún permanecenocultas a ojos de la justicia social. La precariedadlaboral, según este autor, es una degeneraciónd<strong>el</strong> mercado de trabajo en una de sus formas más hostiles,una tendencia que supone un claro síntoma dehacia donde se dirige la nueva configuración d<strong>el</strong> mercadode trabajo. El origen de esta deformación se sitúaen las reformas d<strong>el</strong> mercado de trabajo que han tenidolugar en los últimos años y que han favorecido laflexibilización d<strong>el</strong> mismo. De este modo, <strong>el</strong> crecimientod<strong>el</strong> desempleo, la ruptura de la negociación colectiva,la introducción de las nuevas modalidades de contratación,etc. han in<strong>ver</strong>tido la anterior tendenciahacia la rigidez iniciando un proceso de flexibilización.Desde este punto de vista, las irregularidades visiblesen ciertos sectores productivos no corresponden a laotra cara de la modernización, sino que por <strong>el</strong> contrarioson una consecuencia de la misma, y tal vez sumáxima representación es la nueva morfología d<strong>el</strong>mercado de trabajo, caracterizado por unas r<strong>el</strong>acioneslaborales regidas exclusivamente por la lógica d<strong>el</strong>mercado que lleva incluso a la pérdida de la noción d<strong>el</strong>derecho al trabajo.Se plantean dos posiciones políticas todavía hegemónicasrespecto a la cuestión d<strong>el</strong> trabajo y <strong>el</strong> empleo:. La nostalgia de los viejos tiempos d<strong>el</strong> pacto social fordista,reactiva y conservadora en tanto que pareceaclamar y admitir la explotación d<strong>el</strong> pleno empleo.Representa pues una realidad laboral vieja, caracterizadatodavía por la homogeneidad de las condicionesde vida de la fuerza de trabajo.. Pero lo que nos encontramos es con una hegemoníatendencial de las nuevas figuras d<strong>el</strong> trabajo atípico (yya con un carácter estructural) caracterizadas por laprecariedad de las condiciones de trabajo y de losniv<strong>el</strong>es de renta. Ante esta ampliación exponenciald<strong>el</strong> trabajo atípico, la estrategia sindical ha basculadoentre <strong>el</strong> refuerzo de su vocación corporativa y <strong>el</strong>sueño involucionista d<strong>el</strong> retorno al pleno empleo d<strong>el</strong>os tiempos d<strong>el</strong> w<strong>el</strong>fare, gracias a di<strong>ver</strong>sas fórmulasde reparto d<strong>el</strong> trabajo.En un primer bloque situaremos algunas de las másr<strong>el</strong>evantes entre las ‘posibilistas’ o ‘alternativas’, respetuosaspor lo general con las reglas de juego que regulanla esfera macro y microeconómica, cuyo denominadorcomún radica en <strong>el</strong> propósito de atenuar lasconsecuencias generadas por la dualización social productod<strong>el</strong> cambio tecnológico-político. Yendo un pocomás allá, en algunos casos se presupone que <strong>el</strong> desarrollode algunos de los sectores desmercantilizados,acabará por transformar la organización capitalista deISSN:1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.netYOUKALI, 5 página 19 Trabajo y valor
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