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una ética general d<strong>el</strong> no egoísmo. Esta paradoja de inserción en una moral d<strong>el</strong> no egoísmo de esos códigos d<strong>el</strong>rigor moral marcados por la obligación de ocuparse de sí mismo, piensa Foucault que explicaría una de las razonespor las que se descuida y desaparece <strong>el</strong> tema de la inquietud de sí de la mano de los historiadores. Otra razónde ese olvido puede <strong>ver</strong>se también en <strong>el</strong> momento cartesiano que recalifica <strong>el</strong> conócete a ti mismo, situando laevidencia de la existencia d<strong>el</strong> sujeto en <strong>el</strong> principio mismo d<strong>el</strong> acceso al ser, a la <strong>ver</strong>dad.Si llamamos filosofía a la forma de pensamiento que intenta determinar las condiciones y los límites d<strong>el</strong> accesod<strong>el</strong> sujeto a la <strong>ver</strong>dad, entonces, podríamos llamar “espiritualidad” a la búsqueda, la práctica, la experiencia porlas cuales <strong>el</strong> sujeto efectúa en sí mismo las transformaciones necesarias para lograr ese acceso a la <strong>ver</strong>dad, comopurificaciones, ascesis, renuncias, modificaciones de la existencia…, y que constituyen ese precio que <strong>el</strong> sujetopaga por tener acceso a la <strong>ver</strong>dad. La espiritualidad no va a llevar la <strong>ver</strong>dad al sujeto por un mero acto de conocimientolegítimo porque es necesario que <strong>el</strong> sujetosufra una transformación; que sea distinto de símismo para tener ese acceso a la <strong>ver</strong>dad. Durante todo<strong>el</strong> período de la Antigüedad, la cuestión filosóficade “cómo tener acceso a la <strong>ver</strong>dad” y la práctica de laespiritualidad (transformaciones necesarias en <strong>el</strong> serd<strong>el</strong> sujeto que permitirán ese acceso) nunca se separaron-a excepción de Aristót<strong>el</strong>es- . Varios siglos después,en la edad moderna, lo que da acceso a la <strong>ver</strong>dades sólo <strong>el</strong> conocimiento, lo que traerá como consecuenciaque en lo sucesivo <strong>el</strong> acceso a la <strong>ver</strong>dad seconvierta en <strong>el</strong> camino indefinido de un progreso cuyofinal no se conoce. En lo sucesivo, la <strong>ver</strong>dad no serácapaz de salvar al sujeto –según Foucault- porqueno es más que <strong>el</strong> resultado d<strong>el</strong> olvido de la noción deinquietud de sí por <strong>el</strong> pensamiento filosófico.Estos lazos no se rompieron de forma arbitraria ni definitiva en este “momento cartesiano”. El conflicto no sedio entre la espiritualidad y la ciencia sino entre la espiritualidad y la teología, cierta teología, fundada enAristót<strong>el</strong>es, que afirma la correspondencia entre un Dios que lo conoce todo y sujetos susceptibles de conocer.Aquí <strong>el</strong> pensamiento filosófico se separa de las condiciones de espiritualidad cuya formulación más general era<strong>el</strong> principio de la epim<strong>el</strong>eia heautou –la inquietud de sí-. Doce siglos de conflictos entre espiritualidad y teologíahacen florecer todas las prácticas d<strong>el</strong> conocimiento espiritual, <strong>el</strong> desarrollo de saberes esotéricos, la alquimia,que no son sino pruebas de que ese conflicto no era entre ciencia y espiritualidad. En todo este tiempo hubonumerosas superficies de contactos, por ejemplo la noción de “reforma d<strong>el</strong> entendimiento” de Spinoza. Para él,<strong>el</strong> problema d<strong>el</strong> acceso a la <strong>ver</strong>dad estaba ligado a una serie de exigencias de transformación d<strong>el</strong> propio sujetopor sí mismo. En casi toda la filosofía d<strong>el</strong> siglo XIX en ad<strong>el</strong>ante –Heg<strong>el</strong>, Sch<strong>el</strong>ling, Schopenhauer, Nietzsche,Husserl, Heidegger-, cierta estructura de espiritualidad intenta vincular <strong>el</strong> acto de conocimiento y sus efectos auna transformación en <strong>el</strong> ser mismo d<strong>el</strong> sujeto.En <strong>el</strong> análisis histórico de la epim<strong>el</strong>eia eautou, Foucault va a aislar tres momentos: <strong>el</strong> momento socrático-platónico,en <strong>el</strong> que aparece la inquietud de sí; en segundo lugar, <strong>el</strong> período de la edad de oro de la cultura de sí, lainquietud de sí en los dos primeros siglos de nuestra era; y, por último, los siglos IV y V, momento de la ascesisfilosófica pagana y su paso al ascetismo cristiano.El primer momento d<strong>el</strong> nacimiento de la teoría de la inquietud de sí se ilustra con <strong>el</strong> diálogo Alcibíades dePlatón. En él, la necesidad de “ocuparse de sí mismo” está ligada al ejercicio d<strong>el</strong> poder, como condición para ejercer<strong>el</strong> poder político sobre los otros, de tal modo que uno no puede gobernar a los otros si antes no se ha ocupadode sí mismo. Por otro lado este principio está ligado también a la necesidad de educación, tenemos aquí unaspecto pedagógico, necesidad de preocuparse por uno mismo debido a la insuficiencia de la educación. Por <strong>el</strong>loresulta muy importante la edad, uno no puede empezar a ocuparse de sí mismo a edad tardía, sino cuando salede la mano de los pedagogos y va a entrar en <strong>el</strong> período de la actividad política. Se trata de una actividad, unanecesidad de los jóvenes en una r<strong>el</strong>ación entre <strong>el</strong>los y su maestro, o <strong>el</strong>los y su amante. Y, por último es necesa-ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.netYOUKALI, 5 página 135 Análisis de efectos / reseñas

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