YOUKALI, 5 página 148 Análisis de efectos / reseñasción d<strong>el</strong> viejo poder de la aristocracia – marcado por pertenencias de status, rango y nacimiento – y en su estructuraciónde un poder social propio, coagulado en los territorios nacionales y establecido a partir de la pertenenciaa <strong>el</strong>los. De tal modo que, por más que <strong>el</strong> discurso de la ciudadanía pueda aprovecharse en sociedades capitalistasdesarrolladas, intentando que sus conceptos nos permitan definir <strong>el</strong> status de los proletarios modernos,su genealogía hace que esa operación resulte siempre insatisfactoria, pues está marcada por lazos indisolublesentre <strong>el</strong> burgués propietario y <strong>el</strong> ciudadano libre.Sin duda se dirá que mi crítica es excesivamente tradicional pues no comparto la admiración desmesurada d<strong>el</strong>os autores por <strong>el</strong> legado ilustrado. En este punto querría añadir que <strong>el</strong> trato dado a los críticos de la Ilustraciónresulta demasiado zafio. No es extraño que en un texto dedicado a cantar las alabanzas de la Ilustración se incluyaun apartado contra <strong>el</strong> famoso texto de Horkheimer y Adorno, La dialéctica de la Ilustración, aunque puedaresultar chocante que se ventile en dos páginas y se los presente como tipos que se ganan los cuartos con mentiras,cuando lo cierto es que, por poca simpatía que nos despierten o por anticuados que nos resulten, son d<strong>el</strong>os pocos pensadores que se enfrentaron críticamente con <strong>el</strong> nazismo e intentaron pensar los problemas queplanteaba, en vez de aplaudirlo frenéticamente como otros, alguno de los cuales, como C. Schmitt, es de lospocos autores citados expresamente y con respeto. La cuestión que estos pensadores se plantean es la siguiente,a saber: ¿qué ha ocurrido para que un discurso que se inicia como discurso de emancipación y de construcciónpor medios políticos de una sociedadracional, desemboque en la construcción políticade una sociedad bárbara manteniendosin embargo la forma de la ley, <strong>el</strong> Parlamento yen algunas ocasiones las propias <strong>el</strong>ecciones, ycontando además con <strong>el</strong> apoyo de una granparte de una población culta y civilizada? Lapregunta no parece una cuestión banal nipuede simplemente dejarse de lado señalandoque <strong>el</strong> proceso de institucionalización políticaha sido secuestrado por <strong>el</strong> poder económico,pues también eso ocurre en otras formas operiodos d<strong>el</strong> capitalismo sin que nos autorice a<strong>el</strong>iminar las diferencias entre las formas políticafascistas y las “democráticas” o pseudodemocráticas.Dicho de otra forma, la cuestiónes ¿qué tiene <strong>el</strong> fascismo para que tan pocos seden cuenta de lo que representa?, ¿cómopuede un nazi como Eichmann proclamarse kantiano?, ¿cómo explicar que muchos buenos ciudadanos de unEstado de derecho sean unos autoritarios redomados que les encanta oprimir a otros?, ¿qué mecanismos seponen en juego en situaciones extremas como las que se dieron entonces?, ¿ se podrá “racionalizar” la barbariede modo que resulte invisible?, ¿qué defensa aporta <strong>el</strong> concepto clásico de razón en tales circunstancias, si es queaporta alguno? Tal vez la indagación sobre en qué consiste <strong>el</strong> fascismo que encontramos en sus textos no sea tanconvincente como desearíamos, pero lo que no es, en ningún caso, es una “completa estafa”; dan una explicación,en ningún caso la escamotean. Sin duda <strong>el</strong> fascismo y <strong>el</strong> nazismo tienen causas históricas y no primariamentefilosófico-teóricas, pero su análisis nos alerta sobre <strong>el</strong> desvarío que supone la magnificación d<strong>el</strong> poderpolítico en sociedades complejas divididas en clases, inclusive si ésta se presenta como un objetivo racional.Como pintara ejemplarmente Goya, “los sueños de la razón producen monstruos” , y no necesariamente utopíasliberadoras.Mi impresión es que ese juego de blanco y negro se debe al binarismo simple de los autores: para <strong>el</strong>los la realidadsocial está “torcida”, aunque no se diga cómo ni porqué, y <strong>el</strong> derecho la “endereza”, pero tampoco sabemos cómoni en función de qué. Nos basta un moralismo sencillo: la realidad, o sea <strong>el</strong> capitalismo es <strong>el</strong> mal, <strong>el</strong> derecho <strong>el</strong>bien; los políticos los per<strong>ver</strong>sos, y lo son tanto más cuanto menos actúen en beneficio d<strong>el</strong> derecho, los int<strong>el</strong>ectualeslos buenos, excepto si se dejan comprar por las multinacionales y los imperios mediáticos, en cuyo caso sonper<strong>ver</strong>sos y cínicos. El moralismo empaña toda la argumentación impidiendo análisis más ricos y complejos.ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.net
Dado este proceder teórico, cabe distinguir, al menos, dos tipos de crítica.a) la primera se centraría en mostrar <strong>el</strong> contraste entre la interpretación de los acontecimientos históricos qu<strong>el</strong>os autores nos ofrecen, y los datos, más o menos contrastados, que tenemos de <strong>el</strong>los, intentando poner de r<strong>el</strong>ievecomo esos datos se introducen con calzador en una pre-interpretación de la Historia: la de que la historia d<strong>el</strong>s. XX ha sido una derrota constante de los intentos de revolución comunista democrática. Aunque sea cierto quemuchos intentos anti-capitalistas democráticos han sido abortados militarmente en estos últimos 50 años, esono nos permite darle la vu<strong>el</strong>ta al asunto y deducir que ésta es una regla de la Historia.Ahora bien, como para cualquier otra interpretación filosófica de la Historia, se trata aquí de un r<strong>el</strong>ato ni <strong>ver</strong>ificableni refutable. Baste con decir que no permite deducir una conclusión tan drástica como la de los autores,la ya citada incompatibilidad entre “capitalismo” y “democracia”. Item más si no se las adjetiva, es decir si no seprecisa que se está hablando de un capitalismo imperialista y global, a la vez que democracia se reduce a lademocracia formal representativa imperante en los países d<strong>el</strong> primer mundo. Deducir de <strong>el</strong>lo una incompatibilidad“de esencia” entre ambas realidades sociales es tan exagerado como descab<strong>el</strong>lado, y no permite comprendercómo conviven en di<strong>ver</strong>sas formaciones históricas.Para salir de esta dificultad los autores enuncian la siguiente pirueta: lo que rige en los países capitalistas, bienmirado, no son siquiera “malas” leyes, sino “ausencia de ley”, no es siquiera pseudo-democracia sino falta absolutade <strong>el</strong>la (“fascismo”) y por supuesto sólo apariencia de Estado de derecho, ya que falta <strong>el</strong> presupuesto de todo<strong>el</strong>lo, a saber, la posibilidad de que las malas leyes sean corregidas legalmente. Eso genera la específica “ilusióndemocrática” vigente en esos países.Discutir ese reduccionismo es tarea absurda e infinita pues ante cualquier aportación de datos que ponga encuestión la consideración fascista de los regimenes políticos capitalistas se argumentará que no estamos discutiendocuestiones de hecho sino de derecho, es decir que lo que se discute es si tal sociedad se adecúa a los principiosd<strong>el</strong> Estado de derecho, a saber la anteriormente mencionada “argumentación y contra-argumentacióninfinita de la ley con la ley” y dado que no es<strong>el</strong> caso, se deducirá sin más dilación que noestamos ante un Estado de derecho, que es loque se quería probar. Las ventajas de los razonamientostautológicos estriban en que resultaninexpugnables aunque, y ésa es su desventaja,son escasamente explicativos.b) <strong>el</strong> segundo tipo de crítica se orienta a lacoherencia interna de una interpretación quereduce toda su argumentación a la obedienciaa la ley, de tal modo que <strong>el</strong> carácter emancipadord<strong>el</strong> discurso no aparece por lado alguno.El entusiasmo por <strong>el</strong> “imperio de la ley” llevaa los autores a interpretar la exigencia de loscampesinos de disponer de leyes que les protejanfrente a los desmanes de la oligarquíacomo una “<strong>ver</strong>dadera fiesta republicana”,muestra de la confianza que depositan en que “las leyes podían tener <strong>ver</strong>dadera eficacia sobre lo real”(Comprender Venezu<strong>el</strong>a, pensar la democracia. El colapso moral de los int<strong>el</strong>ectuales occidentales, p. 102). Noentienden que las leyes, las normas, los decretos, las decisiones judiciales…, es decir, todos los componentes d<strong>el</strong>os aparatos jurídicos son herramientas de gobierno en una sociedad compleja con intereses contrapuestos.Veneran las leyes como palabras d<strong>el</strong> Más Allá que, igual que en un ritual, generarían <strong>el</strong> efecto, casi milagroso,de “poner la realidad en estado de derecho”.Ese “imperio de la ley” al que confunden con <strong>el</strong> “imperio de la idea de ley” promueve, al decir de los autores, <strong>el</strong>entusiasmo de la población, ni más ni menos como <strong>el</strong> estado de derecho que, según Kant, fue <strong>el</strong> resultado direc-ISSN: 1885-477Xwww.tierradenadieediciones.comwww.youkali.netYOUKALI, 5 página 149 Análisis de efectos / reseñas
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